Fuente: https://www.portafolio.com.co/
Sería bueno que el equipo económico del Gobierno revisara la visión mecanicista que se tiene de los efectos que produce el crecimiento del PIB sobre la generación de empleo.
Hace varias décadas el economista estadounidense Arthur Okun (1928-1980) mostró que existe una relación consistente entre el crecimiento de la economía (evolución del PIB) y la variación en la tasa de desempleo: si el producto crece el desempleo disminuye en una proporción similar.
Sin embargo, es necesario evitar una mirada mecanicista y reinterpretar la relación entre crecimiento y desempleo, ya que en el Marco Fiscal de Mediano Plazo 2010 se justifican decisiones importantes de política económica, en su particular interpretación de la ‘ley de Okun’.
En el Marco Fiscal se llega a la conclusión de que “… Colombia debe alcanzar tasas de crecimiento superiores al 5 por ciento para lograr reducciones significativas en la tasa de desempleo”. Esta interpretación es mecanicista y el mensaje de política económica que de allí se deriva es simplista: el crecimiento garantiza la disminución del desempleo.
Esta apreciación no es cierta porque el crecimiento tiene modalidades muy distintas y no todas favorecen el empleo. Según los datos del Dane, en diciembre de 2009, con un PIB creciendo a 0,4 por ciento, la tasa de desempleo de las 13 áreas metropolitanas fue de 13 por ciento; y en el 2007, cuando el PIB alcanzó la mayor tasa de crecimiento (7,5 por ciento), el desempleo fue relativamente alto (11,4 por ciento).
Desde el Ministerio de Hacienda se ha dicho que cuando el PIB es alto (2007) la tasa de desempleo es menor que cuando el PIB es bajo (2009). Ahora hasta aquí la ley de Okun se cumple en Colombia, sin embargo, la reflexión tiene otras implicaciones que no pone de manifiesto el Marco Fiscal. El análisis tiene que centrarse en los cambios que se presentan en las tasas de crecimiento y en el desempleo.
Al restar las dos tasas de crecimiento del PIB (7,5 por ciento y 0,4 por ciento), se obtiene una diferencia de 7,1 puntos, y al restar las dos tasas de desempleo (13 por ciento y 11,4 por ciento) la diferencia es de 1,6 puntos. De acuerdo con la ley de Okun, los cambios de 7,1 puntos en el crecimiento del PIB se deberían haber reflejado en bajas equivalentes del desempleo.
Así que en el 2007 la tasa de desempleo no debería haber sido 11,4 por ciento, sino que debió estar alrededor del 6 por ciento.
Simplismo analítico
La asimetría entre los cambios del PIB y del desempleo ponen en evidencia un hecho clarísimo que ha tenido la dinámica del PIB colombiano: el crecimiento no ha sido favorable a la generación de empleo.
Con todo, ello se explica porque el crecimiento se ha presentado en sectores que no generan empleo. El PIB crece cuando el precio internacional del petróleo, o del carbón, aumenta, aún cuando el volumen de producción no haya aumentado. También crece el PIB cuando las ganancias especulativas de los bancos aumentan.
Estas modalidades de crecimientos no favorecen el empleo. Por tanto, no es cierto que un crecimiento del 5 por ciento garantice reducciones significativas en la tasa de desempleo. De lo uno no se deriva lo otro. El equipo económico de Santos debe reinterpretar esta mirada ingenua de la ley de Okun.
Solamente habrá simetría entre los cambios en el producto y las variaciones en el desempleo, si el producto aumenta en actividades que efectivamente generan puestos de trabajo como la agricultura y industria, por ejemplo. Un crecimiento basado en la extracción de minerales y en la especulación financiera no favorece la creación de empleo.
De la lectura facilista de Okun, el gobierno deriva otras conclusiones: la primera relacionada con la lucha contra la pobreza y la segunda tiene que ver con la política fiscal contracíclica: Crecimiento insuficiente contra la pobreza En Colombia, el nivel de pobreza está estrechamente relacionado con el crecimiento económico.
Durante la crisis de finales de los años 90, su nivel aumentó casi 7 puntos porcentuales por lo que alcanzó el 57,5 por ciento de la población. Posteriormente, en el periodo 2000-2003 el crecimiento de la economía estuvo cerca del 3 por ciento por lo cual el porcentaje de la población pobre se mantuvo relativamente constante.
El Gobierno saliente, por su parte, advirtió en el Marco Fiscal que la pobreza se redujo en el periodo 2004-2008 cuando las tasas de crecimiento de la economía estuvieron cerca del 5 por ciento. Sin embargo, el Ministerio de Hacienda se equivoca, porque el crecimiento no es suficiente para reducir la pobreza.
Las disminuciones que se han presentado en la incidencia de la pobreza no han logrado romper la llamada ‘trampa de pobreza’. En el 2009, el porcentaje de pobres fue 45,5 por ciento. Casi 20 millones de colombianos siguen siendo pobres. Para que el crecimiento efectivamente permita combatir la pobreza se requiere que esté acompañado de políticas distributivas, pero durante los gobiernos Uribe I y II creció la concentración de la riqueza. La administración Santos podría comenzar a romper la trampa de pobreza si el crecimiento está acompañado de una política fiscal progresiva.
Dudas sobre la sostenibilidad fiscal
Sobre la sostenibilidad fiscal de largo plazo, valdría la pena hacer dos comentarios. Primero, la estructura tributaria se ha debilitado por las exenciones y la decisión gubernamental de no aumentar los impuestos a los ricos.
Segundo, la deuda bruta del sector público no financiero (Spnf) continúa siendo muy alta (45,8 por ciento del PIB) y en los últimos tres años ha aumentado. Solamente por intereses de los TES en el 2010 se pagarán 11,4 billones de pesos. Estos dos hechos ponen en duda el optimismo sobre la sostenibilidad fiscal de largo plazo.
Críticas a la política anticíclica
En cuanto a las políticas anticíclicas, es conveniente seguir impulsando la inver- sión en infraestructura y la flexibilización de la política monetaria. Pero no es claro en qué sentido la protección social ha sido anticíclica. Familias en Acción, por ejemplo, ha dejado de ser un programa transitorio y se ha convertido en un modus vivendi. En lugar de conso- lidar políticas agresivas de creación de empleo, el Gobierno optó por regular la administración de limosnas.
Tampoco son anticíclicos los programas sociales que se financian con impuestos a la nómina porque el empleo y los salarios son cíclicos. Y frente a la confianza inver- sionista también se requiere cautela interpretativa. No hay duda que la inversión ha aumentado. Entre el 2002 y el 2007 la inversión (forma- ción bruta de capital fijo) no financiera pasó de 10,6 por ciento del PIB a 16 por ciento del PIB; pero, de nuevo, esta inversión no es buena en sí misma, depende del sector donde se invierta, y de la forma como se utilicen los excedentes que genera.
Las maldiciones de la enfermedad holandesa siguen presentes. Desde el punto de vista del empleo, es muy distinto que la confianza inversionista se exprese en una mayor extensión de los tubos para transportar petróleo que en tornos nuevos para la industria.
Santos le ha dado prioridad a la generación de empleo. Este objetivo se puede alcanzar si el equipo económico, siguiendo el espíritu de Okun, logra crear las condiciones para que los cambios en el crecimiento efectivamente estén acompañados de reducciones equivalentes en la tasa de desempleo.