Fuente: https://www.finanzaspersonales.com.co
Universitarios pueden pasar hojas de vida o lanzarse al agua con su negocio. En qué se equivocan y qué es lo hacen bien. Expertos opinan.
Los expertos coinciden en que la creación de empresas es un factor importante en el crecimiento y desarrollo económico del país. Sin embargo, es evidente que en muchos casos el espíritu emprendedor en Colombia brilla por su ausencia.
Los jóvenes tienen la opción de tomar dos caminos distintos. Unos pueden optar por empezar a mandar hojas de vida y si no consiguen trabajo, quejarse por la falta de oportunidades. Otros, más osados, pueden lanzarse al agua y montar su propio negocio.
Andrés Guerrero, Coordinador de Proyectos de Emprendimiento de la Universidad de los Andes, afirma que el emprendimiento brinda mayores posibilidades de crecimiento personal y de mayores ingresos, incluso puede ser más rápido alcanzar una posición más elevada en la sociedad.
“Es una realización personal de alto nivel. El proceso de aprendizaje personal y profesional es muy alto (...) Es un placer poder contribuir a desarrollar otras personas”, dice Jorge Hernán Mesa, director del programa de empresarismo de Eafit.
Si el negocio es exitoso, los jóvenes empresarios pueden ver como sus ingresos crecen rápidamente, mientras que los jóvenes empleados tienen que conformarse con tener un salario fijo y en pocos casos bonificaciones, en un mundo donde es más lento y difícil escalar.
Obviamente, no se puede olvidar que entre más altas sean las posibilidades de aumentar los ingresos, mayores son los riesgos que se asumen. Así que montar empresa no es un negocio para todos. Un joven emprendedor no solo debe ser creativo y tener habilidades para iniciar proyectos, sino que también debe tener disciplina con sus metas y constancia, sostiene Guerrero.
¿Por qué los jóvenes?
Los jóvenes no siempre tienen obligaciones económicas, lo cual puede hacer que para ellos sea más fácil acomodarse a situaciones difíciles y sobre todo, priorizar los recursos para fortalecer patrimonialmente su empresa. No están pensando en el dinero para pagar la cuota del apartamento o la matrícula del colegio de sus hijos.
Guerrero afirma que además, los jóvenes pueden correr el riesgo de montar su propio negocio y si les va mal, aún están a tiempo para ingresar al mercado laboral. A los 24 ó 25 años todavía son competitivos. Otro valor que se debe resaltar de los jóvenes es que son bastante motivas, concluye.
¿Qué hacen mal?
Lo que si es claro es que los jóvenes se quiebran más que la gente madura, pues a la hora de montar empresa, la experiencia pesa bastante. Por eso vale la pena, que los jóvenes empresarios se vinculen con las universidades e incluso monten una junta directiva adhoc con personas más experimentadas.
Los jóvenes se equivocan con bastante frecuencia al momento de determinar el punto de equilibrio. Hay que tener claro que este punto no se alcanza fácilmente en un año. Se demora por lo menos 18 ó 24 meses, a no ser que el negocio tenga una ventaja competitiva muy grande.
Otro error en el que incurren los jóvenes es enamorarse de su idea, de su producto. Pasa igual que cuando cualquier persona se enamora, deja de ver muchas cosas que están ahí. Los jóvenes empresarios NO entienden, por ejemplo, cuando la gente les está diciendo que su producto es muy caro, o que quieren otras cosas.
Así que la recomendación más importante, dice Guerrero, es hacer un buen ejercicio de planeación, que les permita a los emprendedores entender las señales del mercado. No se trata de hacer un plan de negocio de 100 páginas, sino de saber realmente si alguien está interesado en el producto y si se van a generar utilidades.
Para esto, es importante dejar a un lado el miedo que tienen los colombianos de contar sus proyectos.
Contrario a esta creencia popular, Guerrero piensa que vale la pena preguntarle a la gente que sabe, a quienes puedan ser clientes potenciales. La clave en este punto es no creer en todas las opiniones, sino formarse un criterio y después lanzarse al agua.
¿Qué papel deben jugar las universidades?
“Una de las grandes tareas que deben asumir las universidades es la de mostrar a sus estudiantes el potencial que hay en el espíritu emprendedor”, dice Juan Pablo Correales, Director Centro de Emprendimiento e Innovación de la Universidad de la Sabana.
Sin embargo, las universidades tampoco pueden caer en el error de pretender que todos sus egresados se van a convertir en empresarios. “La única cara que se le debe poner a los jóvenes NO es la de empresarios. En nuestra sociedad también se necesitan investigadores emprendedores, empleados emprendedores y emprendedores empresarios (...) esa es la verdadera responsabilidad de las Universidades”, dice Mesa.
A manera de ejemplo, Mesa afirma que en el país, se necesitan que los asesores de las compañías de seguros se comporten como empresarios dispuestos a conseguir clientes y que a los empleados del metro se les ocurran ideas para hacer negocios en este sistema de transporte que mueve más de 300.000 personas al día.
Tampoco se puede desconocer la importancia de las empresas montadas a partir de estudios de investigación en universidades (spin off). “En el papel activo que deben desempeñar las universidades también es clave fortalecer los contactos de los estudiantes con las redes de apoyo financiero y no financiero, así como desarrollar una infraestructura de apoyo para la ejecución más allá de su clases” dice Liyis Gómez, directora del Centro de Emprendimiento de la Universidad del Norte.
Aunque no hay una fórmula mágica que se pueda enseñar en las universidades, pues en negocios no hay nada escrito, los esfuerzos deberían encaminarse a mostrar experiencias vivenciales, casos que se puedan aplicar y exitosos, concluye Guerrero.
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