Fuente: https://www.larepublica.co
El desempleo entre los jóvenes se ha convertido en una gran preocupación, en particular para los integrantes de la denominada `generación del milenio`, quienes son los que enfrentan las tasas más bajas de ocupación.
Conformada por aquellos cuyas edades se encuentran entre los 15 y los 30 años, podría decirse que los miembros de `generación del milenio` son los mejor educados a nivel global, cuentan con un alto alfabetismo tecnológico, hablan al menos dos idiomas, tienen perspectiva global, valoran la oportunidad de aprender y el poder contar con autonomía y flexibilidad.
Si bien estas características han significado desafíos para las empresas en términos de atracción, motivación y retención del talento, las realidades del mercado laboral han generado cambios desfavorables en las perspectivas de esta generación.
Situaciones como ésta sugieren la posibilidad de un escenario perverso para el desarrollo de los países, en el que la dificultad para conseguir buenos trabajos podría llegar incluso a desincentivar la inversión en educación. Por ejemplo, en España ya se habla de la `generación Ni-Ni`, en otras palabras, la generación que "Ni estudia, ni trabaja".
Numerosos estudios sugieren que entrar al mercado laboral en economías afectadas por una recesión podría tener consecuencias negativas tanto en el corto como en el largo plazo.
Por una parte, el impacto negativo sobre los salarios y beneficios de quienes logran colocarse podría llegar a extenderse por varios años y por otra, el tomar más tiempo para entrar en el mercado laboral podría retrasar la adquisición de hábitos y competencias que se adquieren en el trabajo y que son necesarias para ascender y permanecer en las organizaciones.
Otros estudios sugieren que aquellos que no logran acceder a buenos trabajos cerca de los 30 años, ya no lo consiguen.
Hace algunos años era impensable que jóvenes con las características de la `generación del milenio` no llegaran a incorporarse en el mercado laboral. En consecuencia, se reconoce que graduarse de un programa de alto perfil no es el tiquete dorado a las grandes ligas empresariales que solía ser en el pasado.
En respuesta a este fenómeno, varias de las más prestigiosas universidades del mundo están reformando sus programas y diseñando opciones flexibles, pero los resultados de estos esfuerzos aún están por verse. Si bien este panorama podría representar consecuencias adversas para los jóvenes, también podría acarrear oportunidades.
Graduarse en un mercado en crisis es una experiencia que construye humildad y perspectiva. La actitud de exigencia podría reemplazarse por la capacidad de ser flexible y adaptarse a diferentes retos y entornos.
En este sentido, la apertura al cambio que caracteriza a la `generación del milenio` podría ser su principal fortaleza a la hora de enfrentar los desafíos de este nuevo entorno.
Jóvenes profesionales, con bajos salarios
Actualmente, los salarios son tan bajos que no alcanzan a compensar la mitad de la inversión en educación. Así lo detectó una encuesta de Fedesarrollo en el 56,4% de los casos.
Bertha Solórzano, jefa del Centro de Egresados de Eafit, explicó que existen asuntos que deben ser replanteados por los empleadores al establecer su estructura de nómina. "Los márgenes de salario se han reducido. Esto significa que las empresas pueden pagar a sus profesionales entre $1,4 y $10 millones. Pero los que perciben $10 millones son muy pocos y los que ganan entre dos y cinco millones de pesos son la mayoría de la nómina".