Fuente: www.dinero.com
La brecha salarial entre universitarios y el resto de la población ha aumentado durante los últimos 30 años. La mejor manera de reducir la desigualdad es invirtiendo fuertemente en educación y salud a nivel preescolar. La opinión de Daniel Gómez G.
Datos de la Encuesta Nacional de Hogares presentados en Ocampo, Sánchez y Tovar (2000) muestran que la diferencia salarial entre universitarios con postgrados y universitarios con sólo pregrados, y entre universitarios con pregrados y estudiantes con únicamente el bachillerato aumentó significativamente durante los años 90 [1]. Datos para Estados Unidos muestran un desarrollo similar: mientras que en los años 80 un universitario en Estados Unidos ganaba 30% más que uno con solo el bachillerato, en 2005 esta diferencia era de 70%. La diferencia entre postgrados y pregrados ha aumentado de 50% a más de 100% durante el mismo periodo [2].
La desigualdad de salarios es uno de los componentes más importantes de la desigualdad del ingreso, tema que ha vuelto a estar en primera página en Colombia y en Estados Unidos donde la desigualdad del ingreso ha aumentado durante los últimos años a niveles similares a los de Méjico. Aún cuando es natural mostrar preocupación y desconcierto, la desigualdad es en gran medida fruto de decisiones individuales de trabajo, inversión en educación y capital que no debemos desincentivar. El aumento en la desigualdad en Estados Unidos (sin contar los dos últimos años de recesión), China e India ha venido acompañado de una disminución importante en índices de pobreza, altas tasas de crecimiento e importantes oportunidades de progreso para el grueso de la población.
En una serie de artículos, Kevin Murphy de la Universidad de Chicago ha mostrado cómo la variación en la desigualdad salarial se puede explicar en el marco de un modelo de oferta y demanda [3]: el aumento en los salarios de los universitarios mejor preparados con relación al resto de la población se debe a la creciente demanda de sus habilidades y talentos. Esta demanda ha sido movida por varios factores, entre ellos, el desarrollo tecnológico que exige cada vez más conocimientos y conocimientos más específicos, la profundización del capital y el abaratamiento del capital que sustituye la mano de obra no calificada. Muchos de estos desarrollos han sido a su vez impulsados por procesos de globalización e integración comercial.
El aumento en los salarios de universitarios, y especialmente de universitarios con postgrado, refleja un aumento en el retorno a la inversión en educación. El mayor retorno a esta inversión, a su vez, debe servir de incentivo para una mayor acumulación de capital humano. El aumento en la brecha salarial es evidencia de que la oferta de mano de obra calificada se ha rezagado con relación a la demanda: a pesar del incremento en el retorno a la inversión en educación, la oferta no ha respondido como esperaríamos. Esta observación sugiere un reto de política: si queremos reducir la desigualdad salarial debemos lograr que más gente tome ventaja y se beneficie del mayor retorno a la inversión en educación.
Por ello, políticas que suelen ser propuestas para reducir la desigualdad del ingreso, en realidad son contraproducentes. La más común es la propuesta de un sistema impositivo fuertemente progresivo donde los más ricos pagan un mayor porcentaje de sus ingresos en impuestos. Este tipo de impuestos no sólo genera distorsiones en el mercado laboral al desincentivar el trabajo, adicionalmente, al ser un impuesto sobre aquellos que tienen educación superior, es un impuesto a la educación y un desincentivo a invertir en capital humano. Ninguno de estos efectos es beneficioso para la sociedad en general.
Otra iniciativa muy popular es la regulación del mercado laboral: aumentar el salario mínimo, regular los salarios de los presidentes de empresas a la baja, aumentar los costos de despido, regular las condiciones de trabajo y el contenido de los contratos laborales. Todas estas iniciativas suelen tener efectos perversos: al aumentar el costo de trabajadores no calificados, disminuye el empleo de estos trabajadores y genera sustitución hacia formas de producción intensivas en capital; al cuestionar los altos salarios de los dirigentes de empresas y proponer medidas que los disminuyan se entorpece la fuerte competencia que existe por estos individuos en el mercado global; al aumentar los costos de despido se desincentiva la contratación. Todos estos efectos perversos de políticas bien intencionadas empeoran la suerte de la población a la que trataban de ayudar aumentando el desempleo de aquellos con menos formación y menores ingresos.
Pasemos ahora a las políticas que pueden ser exitosas y efectivas. La primera condición para una política efectiva contra la desigualdad es que esta debe minimizar las distorsiones a los incentivos privados de lucro e inversión en capital físico y humano. Toda política que castigue el éxito individual es una política nefasta para el crecimiento y la prosperidad. La segunda, es invertir los recursos limitados del estado en programas de gran impacto y en programas que generen condiciones que estimulen la inversión y apoyo del sector privado.
Investigaciones recientes por James Heckman, Premio Nobel de Economía, 2000, y Flavio Cunha de la Universidad de Pensilvania, muestran que el retorno a la inversión en capital humano es mayor mientras más temprano se haga [4]. Al invertir en educación, nutrición y salud temprana se crean la capacidad de aprendizaje, destrezas y condiciones que permiten que eventualmente los estudiantes logren completar con éxito una carrera universitaria y accedan a mejores salarios. De igual manera, inversiones tempranas aumentan la efectividad de intervenciones posteriores e incrementan el retorno de inversiones privadas y personales en educación. Estos resultados sugieren que el estado debe invertir proporcionalmente más en educación y salud temprana que en educación media y superior. Esta es la manera más efectiva de mejorar el acceso a la educación superior y a los altos retornos evidentes en la enorme brecha salarial. Si adicionalmente se enfocan estas iniciativas en suplir las falencias de niños menos favorecidos, estaremos dando un gran paso hacia la disminución de la desigualdad de oportunidades sin interferir en el sistema de precios e incentivos de lucro privado, motor del crecimiento.
El mayor retorno a la educación evidente en la brecha salarial y el correspondiente deterioro en los índices de desigualdad es fuente de oportunidades de crecimiento. Eliminar la desigualdad inicial en capacidades de aprendizaje de niños en edad preescolar es el primer paso hacia la reducción de la desigualdad del ingreso. La solución no debe centrarse en reducir los retornos a inversiones socialmente productivas.
Es desconcertante que debates sobre la desigualdad del ingreso normalmente se enfoquen en proponer impuestos a los más ricos y subsidios a la educación superior en lugar de enfocarse en las fuentes primordiales de la desigualdad: las condiciones de salud y educación de niños menores de 5 años. El Ministerio de Educación de la administración Uribe mostró con orgullo merecido, el aumento de la cobertura en educación, pero ¿estamos invirtiendo suficiente en programas de nutrición, salud y educación para niños en edad pre-escolar creando las bases para una disminución sostenida y prolongada en la desigualdad de oportunidades? El equipo económico del Presidente Santos, y en particular las carteras de Educación, Protección Social y el Departamento Nacional de Planeación, apoyados en entidades como el ICBF, tienen el reto de articular políticas públicas que ataquen las raíces del problema de la desigualdad en Colombia.
Tomado de: https://www.dinero.com/opinion/opinion-on-line/desigualdad-brecha-salarial_77716.aspx