Fuente : www.larepublica.com.co
Nadie se ha puesto en la tarea de establecer cuánto le cuesta al país ese jolgorio y si las ganancias del sector hotelero y de servicios turísticos compensan las pérdidas de nuestro débil aparato productivo. Muchos sectores en el país pierden, pero tengo la impresión que los largos puentes festivos, favorecen las utilidades del sector financiero que nunca pierde.
Venciendo mi timidez que paradójicamente intimidó a la señora que con todas las precauciones sacaba cien mil pesos de un cajero del Banco de Colombia, el pasado festivo, le pregunté por el costo de su transacción y una vez vencida sus inicial sorpresa, me enseñó su recibo: seis mil setecientos pesos. En ese instante, deduje que la señora había pagado, por utilizar su dinero, una tarifa solo comparable a los famosos créditos "gota a gota", práctica siniestra del mercado extra bancario que pese a lo siniestra es bastante común en plazas de mercado y humildes zonas marginadas. Nuestros banqueros - algunos de los cuales a esas horas estarían disfrutando de las fiesta de Cartagena - nuestro Superintendente Gerardo Hernández, nuestra buena amiga María Mercedes Cuéllar, presidenta de la Asociación Bancaria, podrán seguir sosteniendo que reglamentar estas insanas prácticas, atenta contra la estabilidad del sistema y contra la libertad de un mercado, que según ellos, debe autoregularse por la competencia?
Los abusos de los banco no se limitan a los altos cobros que hacen a los usuarios por administrarles su dinero; cobros que según la Superfinanciera, representan el setenta por ciento de sus utilidades. Los bancos que parecen inmunes a los controles, se inventan fórmulas para cobrarle al usuario el favor que le hacen de guardarle su dinero y de utilizarlo en su propio beneficio. El Banco Santander por ejemplo, además de que no responde a sus usuarios por los errores que cometen sus empleados, cuando pagan cheques con firmas falsificadas, resuelve aprovechar el pánico por la proliferación del robo y clonación de tarjetas, y lo único que se le ocurre es ofrecerle un seguro a las potenciales víctimas, que son sus clientes; y de paso advertirles, que si no lo toman, no se responsabiliza de los recursos que puedan ser extraídos de sus cuentas.
Lo inexplicable, en contravía de la economía de escala, es que a mayor tecnología, a más puntos de servicio, a mayor automatización, mayores costos. Por esa vía, estamos cada día más lejos de bancarizar amplios sectores de población a quienes se les está negando un medio de inclusión social y económica.
Hay que aplaudir la iniciativa del parlamentario David Barguil que pretende meter en cintura a los bancos, para que no sigan abusando del inerme cliente, que como en el caso señalado, del Banco Santander, no tiene ninguna respuesta satisfactoria; o como en el de mi nueva amiga de domingo, víctima de un crédito usurero con su propio dinero. El debate está abierto y es de fondo, pues el sector financiero, como otros sectores fuertes de nuestra economía, no puede soslayar sus responsabilidades sociales.
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