(El Tiempo) Se requiere un control estricto del gasto y el fortalecimiento de la Dian.
En 1960, el PIB per cápita de los ciudadanos de Corea del Sur era de 158 dólares al año, al paso que el de un colombiano era de 245 dólares. 56 años después, en 2016, el PIB per cápita de los coreanos alcanzó la suma de 25.358 dólares al año mientras que el de los colombianos tan solo llegó a la suma de 5.805 dólares.
Bastaron pocos años de disciplina, educación, reglas claras para los negocios y un buen sistema tributario para que Corea del Sur superara el ingreso anual de los colombianos, hasta quintuplicarlo, como sucede actualmente.
El reporte del Foro Económico Mundial sobre competitividad 2017/2018 clasifica a Colombia en materia de tasa impositiva, en el puesto 135 entre 137 países, con una tasa de tributación de los negocios del 69,8 % (el promedio para los últimos 12 años fue del 76,99 %), solamente superada por Mauritania y Argentina. Mientras tanto, Corea del Sur presenta una tasa de tributación estable año a año del 33,1 %.
Con este ambiente tributario para los negocios en Colombia, lo que se ha presentado en los últimos años es un fenómeno de migración de nuestros empresarios hacia el exterior, pues es más eficiente producir fuera del país que hacerlo en él y es más rentable importar que producir. Al mismo tiempo, miles de personas han localizado su residencia fiscal en el exterior al paso que otros han ido más allá, renunciando a la ciudadanía colombiana.
Empresas extranjeras de primer nivel que tenían operaciones industriales en Colombia resolvieron mudarlas fuera del país, para atender el mercado colombiano desde el exterior. Es el caso de Mazda, Michelin, BAT, Kraft, Chiclets Adams, Varta, Bayer, para mencionar unos pocos nombres.
Las últimas reformas tributarias, las trabas del Gobierno a la actividad empresarial y el costo de ser formal en Colombia convirtieron el país en un exportador de su capacidad empresarial, ante la mirada indiferente de las autoridades económicas, que simplemente sostienen que todo es culpa del precio de petróleo, el paro camionero o el fenómeno del Niño.
El país requiere una reforma que simplifique el sistema tributario al tiempo que reduzca la tributación de los negocios a una tasa cercana al 30 %, eliminando todos los tributos que carecen de justificación teórica, como son el impuesto a la riqueza, el 4 por mil y el IVA sobre los bienes de capital.
Simultáneamente, se requiere un control estricto del gasto, el fortalecimiento de la Dian y un plan de choque contra la evasión y el contrabando, que reduzca sustancialmente los $ 100 billones que se dejan de recaudar anualmente por estos conceptos. Esa es la propuesta en materia tributaria de Vargas Lleras: bajar los tributos, simplificar el sistema, aumentar el control y generar un mayor recaudo.
Ante esta propuesta ya se escuchan las voces críticas de algunos de los economistas que han estado al frente del desempeño económico del país en los últimos 30 años, que prefieren mantener nuestra economía con tasas de crecimiento del 1,8 % anual en lugar de hacer una propuesta agresiva que haga competitivo nuestro sistema impositivo para obtener crecimientos anuales superiores al 5 %. Son los mismos críticos que en 1986 presagiaban toda clase de calamidades fiscales cuando el presidente Barco presentó su reforma tributaria, que con gran éxito recaudatorio bajó la tasa impositiva, eliminó la doble tributación y acabó con el impuesto al patrimonio.
Lo irresponsable y populista no es acometer la reforma que plantea Vargas Lleras, sino mantener el sistema tributario actual como lo propone la “academia”. Si le hacemos caso a esta, el sistema impositivo va a acabar con el aparato productivo colombiano.
Mientras todo esto sucede en Colombia, Estados Unidos inicia el estudio de la reforma tributaria de Trump, que reduce la tasa impositiva de los negocios al 20 %. Una vez la aprueben, habrá alguien interesado en invertir en Colombia con una tasa de tributación del 69,8 %?
SANTIAGO PARDO RAMÍREZ
Abogado tributarista
Obtenido de: El Tiempo