(El Tiempo) Juan Pablo Córdoba, presidente de la Bolsa de Valores de Colombia, explica las razones del ajuste.
Para todos debería ser claro que es necesario llevar a cabo una nueva reforma tributaria por tres razones: asegurar la estabilidad fiscal y la salud de las finanzas públicas, inducir mejoras en la productividad de la economía y mejorar la equidad del sistema.
Las cuentas fiscales no suman. La regla fiscal traza una senda de reducción del déficit hacia el uno por ciento del PIB, lo cual luce imposible de lograr sin mayores ingresos o sin sacrificar la poca inversión pública que hoy apenas alcanza a financiar la Nación.
Es claro que la era de la prosperidad al debe se acabó y ya no nos podemos dar el lujo de seguir gastando a punta de seguir endeudando más el país.
Entre 2012 y 2017, la deuda nacional se incrementó en 4 millones de pesos por habitante, lo que equivale a un aumento de la deuda sobre PIB de 11 puntos porcentuales en dicho periodo. Este ritmo es insostenible.
La otra razón por la que es indispensable una reforma tributaria es porque la economía ha dejado de crecer lo que debería. Aunque Colombia invierte cerca del 24 por ciento del PIB, la productividad de la economía sigue postrada. Una productividad tan baja como la que hemos tenido en los últimos 20 años es gravísima. Ello significa que, no obstante el esfuerzo que hemos hecho durante todo un año al trabajar, invertir, coordinar y gestionar, escasamente logramos devolver los mismos recursos que pusimos. Es como la bicicleta estática: mucho esfuerzo pero nada de avance.
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El aparato productivo colombiano necesita modernizarse, hacerse más competitivo y desarrollar nuevos frentes de actividad en los que estamos rezagados y tenemos potencial. Esto necesita muchos recursos que solo el sector privado nacional y extranjero pueden proveer, para lo cual nuestro sistema tributario debe ser razonable y competitivo.
En la actualidad castigamos la inversión, la modernización y diversificación de nuestra economía con un modelo que grava en exceso pocas empresas formales y deja amplios sectores y millones de personas fuera de la obligación de tributar. Es como dispararnos en el pie. Tenemos la responsabilidad de acelerar el crecimiento económico para así generar mayor empleo formal y bienestar para la población.
Finalmente, el tema de la equidad es sumamente crítico. Nuestra política pública está plagada de falsas premisas en nombre de los pobres. Ello genera distorsiones y perpetúa beneficios velados para unos pocos, no obstante las buenas intenciones. El resultado es que la distribución del ingreso antes y después de toda la política pública (impuestos y transferencias) no ha mejorado.
Es hora de dar las discusiones como son. La reforma debe despejar el panorama de largo plazo en términos de la sostenibilidad de las finanzas del Estado y de competitividad de nuestro sistema tributario.
Dejar de hacerlo porque hayan aparecido unos ingresos temporales del petróleo sería un grave error, pues estaríamos aplazando una vez más la solución de los problemas de fondo, en detrimento del crecimiento económico y el bienestar.
Tenemos que pensar más allá del 2019. Una reforma que estimule la inversión, promueva una mayor contribución de las personas naturales y mejore la equidad, dé tranquilidad sobre la solvencia futura de las finanzas del Estado y dote la Dian de herramientas para combatir la evasión resulta inaplazable.
JUAN PABLO CÓRDOBA GARCÉS
Presidente de la Bolsa de Valores de Colombia
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