La última crisis financiera aún persiste en sus efectos, aunque los mismos sean de baja intensidad. Un ejemplo de ello es que los niveles de crecimiento no se han logrado compensar plenamente con respecto a los que se tenían en el escenario precrisis.

Además, los índices de empleo continúan con rezago y se evidencia ya un descenso en el ritmo productivo.

Ante la embestida de la crisis financiera, es imprescindible tener claro que en el mundo actual conviven dos grandes sistemas económicos. De un lado el sector de la economía real, producto del cual se reporta un total de 50 trillones de dólares de producción anual en el planeta; esto es, 50 millones de millones de dólares. De otro lado, la economía ‘financiarista’ o especulativa, la economía de casino como la ha denominado Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008.

Uno de los rasgos más problemáticos es que esta economía de casino tiene un total de entre 500 a 600 trillones -millones de millones-, esa es la cantidad de dinero que mueve y tal monto constituye de 10 y 12 veces la economía real.

Es precisamente esa economía financiarista, la del dinero rápido, fácil y efectivo, la que hay que controlar, a fin de que los desaciertos que allí se cometen no afecten la esfera de la economía real. Es en esta última en donde se producen bienes y servicios, y se genera el empleo y oportunidades para la vida de las personas.

Hace poco, a finales de julio, el Senado estadounidense aprobó la iniciativa de control al sistema financiero, con base en una propuesta que hace aproximadamente un año le había enviado la administración Obama. El resultado es que las reformas legales que buscan controlar la economía de casino, no han llegado a los niveles necesarios de prevención de futuros desastres.

A manera de ilustración: si bien es cierto se logró avanzar en establecer procesos más eficientes y transparentes, no se han realizado controles a los mecanismos estructurales que mueven la esfera financiarista en el mundo. Es cierto que ahora se han establecido ciertos límites en los llamados mercados de derivados, pero no se limitan significativamente, ni se cuestionan los efectos sociales -en la economía real- de las principales correas de transmisión especulativa.

Aun con las actuales reformas, se pueden fortalecer y consolidar entidades financieras sumamente grandes, donde la caída, de nuevo, puede repercutir terriblemente en el empleo a nivel mundial, tal y como lo hemos presenciado a raíz de la última crisis financiera, cuyo punto de inflexión fue el 12 de septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers.

Es decir, que al no establecerse regulaciones precisas, los casi 3 millones de millones de dólares que le han costado a los ciudadanos de Estados Unidos, los ‘rescates’ a raíz de la presencia de los ‘activos tóxicos’ -la creatividad para bautizar las irresponsabilidades en que se incurrió es ilimitada- pueden ser el combustible del que se nutran nuevas burbujas.

De allí que no se haya conjurado el peligro y el acecho con que la inmensa economía de casino puede de nuevo atacar a la economía real, la que se vincula con el desarrollo de las personas y las sociedades en su conjunto.

Nadie duda sobre el hecho de que necesitamos un vigoroso sistema financiero. Pero el mismo debe constituirse en medio que permita asignar recursos competitivamente, que promueva la ampliación de oportunidades para las personas vía el empleo, que genere el incremento de las capacidades especialmente a través de capacitación y educación, y que posibilite mecanismos sostenibles de mejora en la calidad de vida de la sociedad.

No obstante, es persistente la conducta de hacerse con todos los beneficios, aquí y ahora. Los grandes financieros ya se han percatado de que las utilidades se mantienen privadas, mientras que a la hora de los derrumbes no hay fundamentalismo de mercado que valga: son los gobiernos y las sociedades las que pagarán por los ‘rescates’.

Es claro que el gran sector financiero continúa con notable influencia en las decisiones. La reforma aprobada eliminó que la nueva agencia, encargada de velar por el control del sistema, fuese independiente. Con la esta versión queda supeditada al Federal Reserve.

Así las cosas, muy probablemente estaremos condenados a repetir crisis financieras. No es algo nuevo. La primera que se reporta fue de 1634 a 1637, a raíz del negocio de tulipanes en Holanda. Tendremos historia para rato.

GIOVANNI E. REYES. Decano de la Facultad de Economía, Universidad Católica de Colombia.

Tomado de: https://www.portafolio.com.co/opinion/analisis/reformas-al-sistema-financiero-aspiraciones-que-se-han-quedado-cortas_7869438-3