Fuente : https://www.larepublica.com.co

Aunque el último dato de desempleo parece ser alentador, y puede dar lugar a que continúe el optimismo oficial, el Ministro de Hacienda parece haberse dado cuenta de que en materia económica,cuando la gente espera acción, lo peor es quedarse quieto y no hacer algo, porque se da la impresión de que las autoridades son indiferentes o no saben qué hacer.

En la entrevista de Echeverry con Yamid Amat el pasado 24 de octubre, el ministro no parecía estar seguro de si debería intervenir para corregir la situación cambiaria.

Posiblemente porque no desea afectar a los inversionistas, o porque cree que cualquier cosa que haga no va a importar porque en esa pelea de tasas de cambio entre grandes, el valor del peso es un resultado incontrolable.

Parecía tener el corazón dividido entre imponer controles de capital y no por el impacto que podrían tener sobre la “confianza inversionista”.

Más bien se mostraba dispuesto a mantener su discurso optimista y la posición que viene defendiendo desde la campaña presidencial que es que los problemas se van a resolver solos en el largo plazo sin necesidad de tomar medidas heroicas o fútiles. Tenía los pies y la mirada puestos en un momento futuro,quizás no muy lejano, cuando se cumplirían sus buenos augurios, y entonces no habría necesidad de hacer algo. Es una posición valerosa y consistente, pero peligrosa. Mientras mira el futuro, el presente se le puede enredar y puede que no se cumpla lo que se desea.

Lo primero que tiene que cuidar el Ministro es que esa visión del futuro no la arruinen los acontecimientos. Si no sucede algo que suavice el efecto de la revaluación o que la corrija, siquiera parcialmente, ese futuro provechoso no va a llegar en la forma prevista, sino una fuerte caída de la producción nacional, del empleo y de las exportaciones de productos distintos a los primarios.

Colombia, por la naturaleza de sus exportaciones y el camino recorrido es un país de “área dólar” porque la mayor parte de sus exportaciones han estado destinadas a Estados Unidos o a países con los que el comercio se valora en dólares. Si esta composición del comercio por destino se va a mantener, y si hay alguna pretensión de que la tasa de cambio real se va a revaluar o solamente en forma moderada, el peso debería perseguir, por los menos parcialmente al dólar en su caída. Pero está haciendo lo contrario, y esto se traduce en una pérdida de competitividad en los mercados externos y en un abaratamiento de las importaciones, lo que implica perdida también en el mercado local.

La previsión de los estragos que esta situación puede causar sobre la producción nacional, especialmente porque se augura una bonanza minera y se cree que la caída del dólar no se principia a detener hasta antes de un año, hace que salten al ruedo espontáneos con el ánimo de lucirse mejor que el matador que exhibe un exceso de prudencia.

Y el público aclama estas intervenciones. El peligro, en este caso, es que los espontáneos le arrebaten al Ministro la iniciativa y le impongan políticas que van en contra del modelo en el que se basa la política de largo plazo del Gobierno. Es oportuno entonces que se estén tomando medidas y que el Banco de la República no siga propiciando una inflación menor que la que se necesita. Ya vendrán los análisis y las críticas pero mientras tanto basta decir que la peor diligencia es la que no se hace.

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