Con bombos y platillos el presidente Santos presentó el Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo, conocido con el cándido mote de “el Pipe”. La idea del Gobierno es meterle pedal a una economía que se está desacelerando, como lo confirman los resultados preliminares del primer trimestre. Por primera vez en diez años, las ventas de alimentos procesados tuvieron un bajonazo. También es la primera vez en mucho tiempo que los despachos de cemento se vienen al suelo. A eso se suman los paros del Cerrejón y de los cafeteros, más una Semana Santa que cayó en marzo y que afecta los resultados. De ahí que algunos economistas estén esperando un crecimiento de la economía colombiana en el primer trimestre de apenas 1%.

Las medidas son bienvenidas. Queda en el aire, sin embargo, la pregunta de si esto debería llamarse “plan de choque”, o es simplemente un conjunto de medidas que deberían estar en acción desde hace rato.
 

¿De qué se trata el “plan de choque”? Para mitigar la revaluación del peso, el Gobierno piensa ahorrar la plata de las regalías en el exterior. Eso generaría una demanda adicional de US$4.000 millones este año.

Es un monto similar a lo que compró el Banco de la República durante todo el año pasado. La medida va en la dirección correcta, pero en el fondo es simplemente una estrategia de hedging: el crecimiento de la economía de Estados Unidos tendrá que recuperarse en algún momento y la política monetaria extraordinariamente laxa que viene aplicando ese país deberá cambiar también. Cuando eso ocurra, las tasas de interés en Estados Unidos subirán de nuevo y los depósitos en dólares lucirán como una buena inversión. Es bueno tener parte del portafolio en dólares para aprovechar ese escenario.
 

En materia tributaria, la idea es tener una retención en la fuente para el nuevo CREE de 1,5% para el sector minero, mientras que para la industria, el agro y el comercio será de apenas 0,3%. Esto tiene sentido en cualquier caso: si es posible aliviar la carga de impuestos para la industria y la agricultura, hay que hacerlo, con crisis o sin crisis.
 

Para reducir los altos costos de la energía, el Gobierno va a eliminar las sobretasas de 20% para la industria y 8% para el gas. Ayuda, pero quedan dudas respecto a si esto sí puede inducir una reducción sustancial en los costos de la energía para la industria. Hay problemas más de fondo en las normas que garantizan al negocio de distribución de energía eléctrica un retorno de 16%, y al de transmisión de 9% en los primeros 25 años del proyecto. Allí está la verdadera barrera a la reducción de esos costos.

En comercio exterior, el plan de choque prevé que se mantendrá hasta agosto de 2015, como mínimo, la política de cero arancel para 3.094 partidas arancelarias de bienes de capital y materias primas no producidas en el país. La pregunta es: si estos bienes no se producen en el país, ¿por qué tienen arancel?
 

No deberíamos tener que recurrir a un plan de choque para retirarlos. Y no debería quedar sobre la mesa la idea de que volverán a tener efecto en 2015. También se anuncia cárcel a los contrabandistas, pie de fuerza para la policía y compras de escáneres para las aduanas. ¿Se necesitaba un plan de choque para hacer esto?
 

En infraestructura se anuncian $711.000 millones para acelerar la ejecución de carreteras en marcha. Más que bienvenidos, pero, ¿la aceleración de la construcción de obras públicas no hacía parte ya de los planes?
 

Se anuncian también para la compra de vivienda, con un subsidio a la tasa de interés para hogares de clase media, la cual pasará del 12.5% a 7% anual. Se subsidiará la tasa de 32.000 viviendas. Es bueno que se trate de un número limitado de viviendas, pues estos subsidios se crean rápidamente, pero luego desmontarlos es todo un problema. Los subsidios generales a los intereses sobre la vivienda se convierten en el largo plazo en un estímulo a las alzas de precios de los inmuebles, que generan una transferencia de los compradores a los constructores y banqueros.
 

Sin duda, el plan es un esfuerzo encomiable, sin estridencias ni anuncios bobalicones. Así mismo, no es un giro ni un relanzamiento, ni una aplicación de medidas extraordinarias para enfrentar una situación extraordinaria. Es, en la gran mayoría de sus componentes, un paquete de cosas que se venían haciendo o se deberían estar haciendo desde antes.
 

Quedan ahí los temas estructurales. Por ejemplo, en materia de empleo, el plan de choque es casi insignificante en la práctica. Dice Planeación Nacional con gran orgullo que durante la ejecución del Plan se crearán entre 300.000 y 350.000 puestos de trabajo. Sin embargo, la cifra es mínima frente a los más de 3 millones de desempleados que hay en el país. El problema del desempleo no se resuelve con planes de choque. Es estructural. Con el plan de choque, el Gobierno parece querer responder a una realidad concreta, y es que la era de los commodities caros está llegando a su fin y los precios de las materias primas vienen todos para abajo.
 

La locomotora minero-energética va a menor velocidad que en años pasados. Es vital que la industria y el agro recuperen el terreno perdido para soportar los embates que vienen, derivados de un desplome en los precios del carbón, el oro y el petróleo y varios de nuestros principales productos de exportación.
 

Desde esta perspectiva, el plan de choque luce como un esfuerzo para ajustar la transición de la economía hacia ese nuevo escenario. Es buena idea, así se llame plan de choque.

Tomado de:dinero.com