La causa de la caída de la economía no ha sido solo el contagio externo, sino la ruptura de la burbuja, que obedece a muchos otros efectos.

A la crisis mundial se le agregaron el TLC, el agravamiento de la revaluación y la baja de los aranceles para provocar una ampliación del déficit en cuenta corriente. Al mismo tiempo, el desmedro de las carteras bancarias y las expectativas internas y externas de menor actividad productiva precipitaron a las instituciones financieras a recortar el crédito.

Ambos factores confluyeron en una contracción de demanda efectiva que desinfló la burbuja y se llevó por delante la actividad productiva y el empleo.

El primer golpe recayó en la industria, que registró durante cuatro meses índices negativos con visos de empeorar. El deterioro del sector evoluciona más rápidamente que en la mayoría de los países de la región, se traslada al comercio, la construcción y los servicios, y lo sigue de cerca el empleo.

El empleo, que venía creciendo en 2011 a un ritmo de más de 5%, descendió a 4,5% en el primer trimestre, a 3,5% en el segundo y en septiembre esta cerca de 1%. Así, en los últimos meses la fuerza de trabajo dejó de avanzar por encima de la población y el desempleo entró en un estado de aumento persistente. En el solo mes de septiembre se perdieron 600 mil puestos de trabajo.

Las perspectivas del Gobierno, que presentó el empleo como su principal objetivo de política, se han incumplido en forma notable.

En los discursos de celebración de los dos años de la administración, el presidente proclamó que durante ese período se crearon 2 millones de empleos. Pero si se comparan las cifras de septiembre de 2012 con las de septiembre de 2010 se encuentra que en los dos años apenas se generaron un millón de empleos.

Parte de los puestos de trabajo observados al principio de la administración se perdió en unos pocos meses.

Lo más grave es que el aumento del empleo se ha realizado en la informalidad.

La ley de formalización de mano de obra y de primer empleo, uno de los principales proyectos aprobados en el Congreso a principios de la administración, ha sido un estruendoso fracaso.

Las empresas que se registraron para la disminución de los parafiscales y los beneficios tributarios apenas contribuyeron a crear 30 mil empleos en el primer año, cuando la proyección era de 350 mil para cuatro años.

El desempleo es sin duda la principal causa y manifestación del modelo del Consenso de Washington en Colombia.

Parte de la explicación está en que las autoridades económicas nunca entendieron su origen.

Siempre dieron por hecho que se trataba de un problema de rigideces que se corregía reprimiendo los costos laborales.

Los hechos se han encargado de demostrar que el desempleo es una dolencia estructural que proviene de un perfil productivo deformado por el mercado.

Les da prioridad a los sectores de baja generación empleo y productividad, como la minería y los servicios, a cambio de abaratar las importaciones industriales y agrícolas, y se mantiene en pie con la explosión del crédito, el alza de los precios de los activos y la revaluación, que no son sostenibles.

La solución no puede ser distinta a erradicar la burbuja. Hay que limitar la inversión extranjera, cambiar la orientación macroeconómica e intervenir los mercados para impulsar la industria, la agricultura y la formalización de la mano de obra.

Tomado de: elespectador.com