Pero cuidado, porque así como es posible influir positivamente sobre el estado de ánimo de los trabajadores, con la misma herramienta se pueden provocar sentimientos de desánimo, pesimismo y furia.

 

Los experimentos que dieron pie a esta nueva teoría comenzaron haciéndole llenar un cuestionario a dos individuos no relacionados entre sí, para determinar su estado de ánimo al inicio de la prueba. Posteriormente se los sentaba uno frente al otro, en silencio y sin pronunciar palabra, por un lapso de tiempo determinado, al cabo del cual volvían a llenar el cuestionario inicial. Para sorpresa de los investigadores, el participante más expresivo había contagiado su estado de ánimo (positivo o negativo) al segundo.

 

Los científicos, dice Goldman, encontraron que hay circuitos completos del cerebro, que están diseñados como un “radar neuronal”, que permiten al individuo, sentir lo que otros están sintiendo y crear puentes de persona a persona, para detectar tanto el movimiento como la emoción y la intensión de quienes lo rodean. Es por eso que las emociones son contagiosas y que cualquier equipo de trabajo, al ver al jefe llegar en la mañana, detecta con facilidad su estado de ánimo , que sin duda influirá en que los colaboradores se desempeñen ese día de manera entusiasta y alegre o, por el contrario, arrastrados por la desmotivación, la furia y hasta el temor. “La gente siempre presta mayor atención y da más importancia a lo que dice y hace la persona más poderosa del grupo. El líder es el centro, para bien o para mal”, concluye Goldman.

 

Otra parte del experimento consistió en interrogar a personas de las más variadas disciplinas y campos de acción, sobre un momento de superación que hubieran tenido en la vida y cómo se habían sentido en ese instante. En esta fase participaron desde deportistas y bailarinas, hasta empresarios, cirujanos y comerciantes. La conclusión fue que al alcanzar ese momento mágico de superación, todos habían experimentado el mismo estado interno: “su atención era imperturbable, eran flexibles y adaptables, podían manejar cualquier situación, sus habilidades estaban siendo desafiadas al máximo nivel y un elemento fundamental: se sentían muy bien, estaban en su mejor momento”, estaban en un estado que Goleman denomina, de “flujo”.

 

Muchos son los trabajadores que realizan su labor sin comprometerse y haciendo apenas lo justo para cumplir y evitar ser despedidos; otro sería su rendimiento si quien lidera el grupo tiene la capacidad de motivarlos a partir de su propio entusiasmo. Es muy posible que un equipo desmotivado, conformado aparentemente por malos trabajadores, sea consecuencia de un jefe que lo que genera temor en sus subalternos y lo que contagia son su propio desinterés, pesimismo, desánimo y resentimiento.

 

Las teorías de Daniel Goleman nos llevan a concluir que los líderes que buscan motivar a sus trabajadores, deben cuidar sus estados de ánimo para no influir negativamente en el desempeño de sus colaboradores. Muchos son los directores técnicos que con una actitud entusiasta y unas pocas palabras dirigidas en el intermedio del partido, logran reversar un resultado negativo de su equipo; esa misma experiencia puede ser aprovechada por jefes y líderes de grupos laborales, para conformar equipos de trabajo cohesionados, comprometidos y entusiasmados en alcanzar sus metas.

 

Claridad en las metas y flexibilidad en el trabajo

 

Daniel Goleman nos da también algunas recomendaciones para influir positivamente en el desempeño de los trabajadores y mantener al equipo en un permanente estado de “flujo”. Debe haber claridad en las metas, dice, y en la labor que se debe desarrollar, pero al mismo tiempo flexibilidad en la forma de realizar el trabajo. La retroalimentación debe ser inmediata para que el trabajador sepa si está avanzando en la dirección correcta y si se está o no acercando a la meta. El jefe debe desafiar las habilidades del trabajador, pero teniendo en cuenta las capacidades de quien las va a realizar.

Tomado de: larepublica.co