Sin embargo, dado que una tesis se ratifica en la medida en que sus contraargumentos se rebatan satisfactoriamente, quisiera poner sobre la mesa algunos de ellos con el ánimo de que se suscite el debate que merece el tema.
El plan de choque (Pipe) que presentó el Presidente de la República esta semana levantó la voz de optimismo en el gremio de las constructoras, en el sector financiero y, por supuesto, en los colombianos que potencialmente se verán beneficiados por el subsidio que otorgará el Gobierno.
Y no es para menos: 35.000 familias podrán adquirir vivienda propia, uno de los activos más preciados no solo por su potencial de valorización, sino por la estabilidad que brinda en distintos aspectos personales y económicos.
Adicionalmente, se reactivará uno de los ramos más intensivos en mano de obra, la construcción, y con él todos sus encadenamientos.
Decir, entonces, que el Pipe no es un plan deseable sería una sinrazón, si lo estamos analizando desde una perspectiva parcial; pero si lo abordamos desde una sistémica, las consideraciones podrían ser otras.
El Pipe llega en medio de la incertidumbre sobre si nos enfrentamos o no a una burbuja hipotecaria. Recientes estudios han alertado sobre este escenario y de ser cierto, un fomento de la adquisición de vivienda a través de la vía crediticia aceleraría su crecimiento e incrementaría los efectos negativos en la economía una vez reviente: no es lo mismo perder un celular cuando se ha pagado con fondos propios, que perderlo y deber lo que costó.
El cuadro puede tornarse aún más sombrío si sumamos el hecho de que no hay certeza sobre la vigencia del subsidio (¿cuánto va a durar?), y que en un futuro no muy lejano podríamos estar vivenciando un episodio de tasas muy diferente al que tenemos actualmente –las tasas de corto plazo podrían empezar a subir si la inflación comienza a repuntar–, y así las tasas de créditos que se encuentren indexadas (como lo están buena parte las de vivienda) experimentarían alzas sensibles.
Bajo ese escenario, hogares cuyos ingresos hoy alcanzan a cubrir las cuotas de un crédito enfrentarían dificultades para pagarlas bajo las nuevas condiciones financieras.
Esto podría llevar a una ola de remates de viviendas que afectaría negativamente la riqueza de los hogares y la estabilidad del sistema financiero, llevándonos a una situación no muy distinta a la que vivió el país hace unos 20 años.
Preocupa que en Colombia la situación se esté pareciendo a aquella de varias economías desarrolladas que, luego de años de exuberancia financiera, hoy pagan las consecuencias del rompimiento de burbujas de precios de activos, especialmente los hogares, y particularmente aquellos que no ven en la vivienda un activo para especular y hacer grandes ganancias, sino un hogar para sus hijos.
Poner peros al plan de choque puede seguir pareciendo una sinrazón, pero tal vez no sería un completo desvarío recordar que buscar construir sobre bases inestables puede llevar abajo todo un edificio, sin importar cuán fuerte sean sus vigas.
Tomado de:portafolio.co