Vivir física y emocionalmente cansado, estresado y desmotivado en el trabajo; rendir poco, pese a invertir muchas horas en el desarrollo de las tareas que se asignan, y hasta sentir cierta fobia por los compañeros, está lejos de ser normal.

De hecho, se trata de los síntomas principales del síndrome de ‘burn out’ o del trabajador quemado, que fue descrito en 1974 por Herbert Freudenberger, cuando ejercía en una clínica de enfermedades mentales en Nueva York.
 

El psiquiatra alemán notó que la mayoría de los voluntarios que trabajaban con adictos a las drogas, sufrían, al cabo de un año aproximadamente, agotamiento y una progresiva pérdida de energía, seguidos de ansiedad, desmotivación por su trabajo y actitudes agresivas hacia los pacientes.
 

Con base en esa primera descripción, en 1976, la psicóloga Cristina Maslach definió el ‘burn out’ como un “síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal, que puede ocurrir entre individuos cuyo trabajo implica atención o ayuda a personas”.
 

Y aunque dichas definiciones se enfocaron, en un comienzo, en el personal de salud (psicólogos, trabajadores sociales, médicos, enfermeros), hoy se hace extensivo a otros trabajadores que son víctimas del desgaste y el estrés laboral.
 

MAL DE MUCHOS
 

Entre los principales factores de riesgo de este síndrome están las jornadas largas de trabajo, la sobrecarga, los altos niveles de exigencia, la tensión generada durante el desarrollo de una o varias tareas y la insatisfacción que se siente en el entorno laboral.
 

Los impactos que sobre la salud de una persona tiene vivir sometida a esta condición no son poca cosa.
 

Según la gravedad del caso, a la ansiedad, los síntomas depresivos, los trastornos del sueño y la irritabilidad constantes, se suman los problemas respiratorios, endocrinos y cardiovasculares; los trastornos digestivos y sexuales y los dolores de cabeza, cuello y espalda, entre otros.
 

De acuerdo con Juan Vicente Conde, expresidente de la Sociedad Colombiana de Medicina del Trabajo y un experto en el tema, el problema es que buena parte de las profesiones y trabajos que la gente desempeña hoy son caldo de cultivo para este síndrome, “eso quiere decir que un mensajero, un obrero de la construcción, un diseñador, un gerente de banco o un vendedor de discos pueden acabar siendo víctimas de este problema”, sostiene.
 

Claro está que es más frecuente en personas con responsabilidades muy grandes, que deben velar por el bienestar de otros o tienen frecuente interacción con clientes.
 

Conde no descarta que esta condición, que afecta al 20 o 25 por ciento de la población económicamente activa, se cuente entre las principales causas del creciente ausentismo laboral.
 

“Es posible que los trabajadores hayan encontrado en eso una forma de defenderse frente a la angustia que les genera su trabajo o frente al hecho de sentir que sus jefes no reconocen o no valoran su trabajo”.
 

ORGANIZARSE Y HABLAR, LAS CLAVES
 

* Es fundamental fomentar un ambiente sano de trabajo en el que primen el respeto y la buena comunicación en todos los sentidos.
 

* Organización: Por cada hora que planee un empleado, se ahorra 3 o 4 horas de ejecución. Conviene dedicarle los últimos minutos laborales del día a pensar en la jornada que viene.
 

* Horas: Vale la pena tener en cuenta que las horas más productivas del día son entre las 7:00 y las 10:00 de la mañana.
 

* Suele suceder que siempre se recargue al buen empleado y no se asignen tareas al malo, porque no confían en él. Si ese es su caso, y se siente desgastado, no tema hablar y pedir ayuda, eso no significa que sea incapaz.
 

* Los jefes deben saber delegar las tareas y encargarse de que sus empleados tengan todas las herramientas que necesitan para hacer bien su trabajo.
 

* Entienda que el trabajo no es la vida. Aprenda a tener momentos para descansar y relajarse.
 

UNA EPIDEMIA
 

En la Unión Europea, el estrés laboral afecta cada año a 40 millones de personas, siendo el segundo problema de salud más frecuente (después de los trastornos musculoesqueléticos) y la causa del 50 por ciento de las incapacidades que se piden en las oficinas.
 

En Estados Unidos, las ausencias y enfermedades de los trabajadores vinculadas con el estrés cuestan, cada año, unos 200 mil millones de dólares.
 

En Japón, el estrés laboral se ha ligado con los suicidios de cientos de empleados que no soportan la presión a la que se ven sometidos en sus sitios de trabajo.

Tomado de: portafolio.co