Fuente:  https://www.larepublica.co

Es común referirse a una persona diciendo que es un gran trabajador, sin embargo, eso que a simple vista parecería una virtud, podría ser en realidad una adicción tan grave como la de cualquier droga, el cigarrillo o el alcohol.

El adicto al trabajo se camufla fácilmente y puede resultar difícil descubrirlo, porque su adicción se esconde tras un objetivo que es muy valorado socialmente: la dedicación al trabajo.

A un adicto al trabajo o “workoholic”, término que popularizó Wayne Oates a partir de del libro que publicó en 1971 en el que relatas sus propias experiencias sobre el tema, se lo reconoce por su obsesión al trabajo.

Es el primero en llegar a la oficina y el último en salir; siempre lleva trabajo para hacer en casa, almuerza mal y sin moverse de su escritorio y huye de toda actividad social por considerarla una pérdida de tiempo.

Si el adicto tiene personal a su cargo, tratará de imponer su ritmo endiablado a todo el equipo, rehuirá toda conversación que no tenga que ver con lo laboral y le costará mucho entender una broma o un chiste; para él, el trabajo es la única forma de valorarse a sí mismo.

En su camino hacia la adicción, el “workoholic” empieza a encontrar mayor satisfacción en el trabajo que en actividades como el arte, el deporte y las relaciones sociales; sólo se siente seguro en el entorno laboral y cuando sale de él, es incapaz de establecer relaciones, pues su obsesión por el trabajo limita sus temas de conversación y vive obsesionado por alcanzar metas laborales autoimpuestas que atribuye a la empresa o a su jefe.

El adicto nunca quiere tomar vacaciones y si se le obliga, encuentra la forma de llevar trabajo a escondidas de su familia y busca permanecer en contacto con la empresa, bien sea llamando por teléfono o mediante accesos remotos al servidor de la compañía. No logra desconectarse de sus responsabilidades y por consiguiente no descansa.

Para él, las vacaciones y los fines de semana son períodos de tiempo interminables; pequeños infiernos improductivos que lo hacen sentir miserable.

Como consecuencias de este trastorno, el adicto al trabajo deja de lado a su conyugue, familia y amigos; poco a poco se va aislando y enfrenta soledad; el exceso de trabajo le genera agotamiento físico, pero le cuesta descansar, padece insomnio, baja autoestima y mucha irritabilidad.

Los logros laborales le dan breves satisfacciones y si el problema no se trata a tiempo, es posible que el adicto intente combatir su insatisfacción refugiándose en el alcohol y las drogas.

En los últimos tiempos, la legislación ha buscado mejorar las condiciones de trabajo disminuyendo las horas laborales y fomentando actividades de bienestar que contribuyan al desarrollo integral de los empleados, buscando que sean capaces de mantener un equilibrio entre el tiempo que dedican al trabajo, la familia y la diversión.

Aunque en el corto plazo, para una empresa puede resultar muy productivo contar con personal que hace del trabajo su vida, en el largo plazo la misma puede enfrentar serios inconvenientes por la creciente incapacidad del adicto a socializar con compañeros, jefes y cliente, así como por su intransigencia e irritabilidad.

Es así que ésta, como cualquier otra adicción, requiere ser tratada con la ayuda de profesionales, pero para llegar a ese punto, es importante que el adicto reconozca que tiene el problema, lo cual no es fácil de lograr.

Pasos para la recuperación de un adicto al trabajo

Sesiones de “coaching” puede hacerle ver la distorsión y lograr recuperar actividades placenteras, como el deporte, la música, el cine y el teatro. También es importante que el paciente vuelva a manejar horarios y desista de llevar trabajo a la casa, que vuelva a experimentar el placer de una charla, de una cena, de una vacaciones lejos del agite cotidiano de la ciudad y de una conexión a Internet.

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