psicologia nuevos estudios científicos muestran que cuando el cerebro tiene muchos datos no puede tomar buenas decisiones. Esta es otra consecuencia insospechada del excesivo flujo de información de las nuevas tecnologías.

Los expertos siempre han dicho que tener abundante información ayuda a tomar decisiones acertadas. Por eso, no es raro que una de las más comentadas ventajas de Internet sea poder tener a la mano toda suerte de datos para saber qué carro comprar, tener una opinión sobre un tema o saber cuál es el lugar indicado para pasar las próximas vacaciones. Teniendo en cuenta que la gente tiende a asociar más opciones con mayor libertad y esto último con felicidad, este flujo incesante de datos que llegan vía Twitter, YouTube y Facebook sería motivo suficiente para tener a todos contentos.

Pero en la práctica, los expertos han observado que con la sobreoferta de información, las personas no están experimentando propiamente dicha sino ansiedad y parálisis a la hora de tomar decisiones. “Creo que la gente está totalmente abrumada por tanto dato y vive a merced de Bing y Google”, dijo a SEMANA Barry Schwartz, psicólogo y autor del libro La paradoja de elegir. Según él, en materia de decisiones, para el cerebro más información no necesariamente es mejor.

Sheena Lyengar, de la Universidad de Columbia, realizó un experimento que muestra este punto. En el trabajo participaron 900.000 empleados y la idea era analizar cómo invertían el dinero de sus pensiones. Lyengar les ofreció diferentes fondos y varios portafolios de acciones, así como medidas para bajar impuestos. La gran sorpresa fue encontrar que muchos de ellos se sintieron tan agobiados con tantas opciones que decidieron no tomar ninguna decisión. Y no solo eso. Según le dijo Lyengar a SEMANA, “muchos de los que tomaron alguna determinación optaron por la solución más errada, al escoger acciones que no les traerían ventajas a largo plazo”.

Un reciente estudio hecho por Angelika Dimoka, directora del Center for Neural Decision Making en la Escuela Fox de Negocios de Temple University, comprobó que, efectivamente, cuando hay muchos datos las decisiones de la gente son erráticas. Para esta investigación, Dimoka agrupó a personas que debían escoger el más bajo precio para conseguir uno o más ítems en una subasta estilo eBay. Mientras tomaban las decisiones, la experta miraba el funcionamiento del cerebro de cada participante a través de imágenes de funcionamiento cerebral (fMRI, por sus siglas en inglés) que medían la actividad cerebral. Como era de esperarse, la corteza prefrontal dorsolateral, ubicada justo detrás de la frente y encargada de la toma de decisiones, se activó cuando comenzó el experimento y su actividad fue aumentando en la medida en que los participantes tuvieron que cotejar más y más datos. Pero hasta un punto. “Hubo un momento en que fue tanta la información que esta parte del cerebro se congeló y dejó de funcionar -dijo Dimoka a esta revista-. Cuando esto sucede, la gente o deja de tomar decisiones o toma las que menos tienen sentido”, dice la experta. 

Lyengar cree que esto sucede porque la mente tiene limitaciones respecto a la cantidad de información nueva que puede mantener en su memoria temporal o de trabajo. En 1956, el psicólogo George Miller advirtió que el número de ítems que la gente puede recordar es siete. Este dato se ha corroborado una y otra vez en experimentos que buscan, por ejemplo, medir la recordación de números telefónicos, posición de puntos, dirección de líneas o la frecuencia y volumen de tonos. “Si tratamos de guardar en la memoria de corto plazo más de siete unidades de información, los individuos cometen más errores”, dice la experta. 

El exceso de información también lleva a la parálisis, porque mientras más variables debe una persona tener en su memoria temporal, menos segura va a estar de su decisión. Un estudio que comprueba lo anterior fue hecho entre un grupo de compradores de un supermercado a quienes se les ofrecieron seis tipos diferentes de mermelada. De la muestra total, 30 por ciento escogió una. Pero cuando las opciones se ampliaron a 24 marcas, solo 3 por ciento de los encuestados se decidió por un frasco. En temas triviales como este no hay problema, pero lo que preocupa a los expertos es que este tipo de comportamiento se ha visto en situaciones cruciales para la gente, como escoger un plan de salud o invertir en un fondo de pensión. 

En entrevista con SEMANA, Joanne Cantor, autora del libro Conquer CyberOverload, señaló que gracias a todo el conocimiento disponible en Internet -cada 48 horas se crea tanta información en la red como la que se produjo en los últimos 2.000 años- la gente hoy gasta más tiempo en sacar datos que en analizarlos. Los usuarios de Facebook, Twitter o de teléfonos inteligentes reciben un flujo continuo de información y opiniones de amigos, y cada dato requiere de una decisión, ya sea ignorar, borrar, guardar, leer, responder o reenviar. “Así es menos probable integrar todas estas referencias en un todo coherente y menos probable que surjan ideas creativas y soluciones a los problemas”, señaló la experta.

Muchas opciones también llevan a la gente a sentirse miserable. En sus investigaciones, Schwartz ha encontrado que cuando hay más información, los ‘maximizadores’, aquellos que siempre le apuntan a tomar la mejor decisión, son los más propensos a entristecerse luego de tomar un camino, “porque lamentan todas las posibilidades que dejaron ir”, dice el experto. 

Otra teoría explica que las decisiones óptimas son las que toma el cerebro inconsciente, y mucha información impide que esta parte haga su trabajo. En estudios se ha visto que cuando a las personas que han decidido comprar un cuadro por razones emocionales o inconscientes se les pide analizar fríamente su decisión, terminan no comprándolo. Esto sucede porque en un cerebro inundado de datos concisos, el individuo siente que debe analizarlos, para lo cual tiene que utilizar el cerebro consciente, y esto, según los expertos, los lleva a tomar esas decisiones erradas. “Por eso es importante tomar descansos, ir a caminar, darse una ducha o dormir un poco en medio de un proyecto. Si uno deja de enfocarse en el tema, la mente inconsciente sigue trabajando para tratar de que todo tenga sentido”, dice Cantor.

El problema no es solo el exceso de información, sino la velocidad con la que esta se produce. Es muy difícil no acudir al pin de un teléfono y menos aún no responder de forma instantánea mensajes de texto y correos electrónicos sin importar si se trata de una buena o mala decisión o sin reparar en la calidad del mensaje. Y de aquí se desprende otra arista. Los científicos han encontrado que al cerebro le gusta la novedad, lo cual significa que cuando toma decisiones le da más peso a aquella idea que recibió más recientemente y no a la primera, así esa no sea la más válida. En otras palabras, la gente confunde inmediatez y cantidad con calidad. Por eso algunos, como Schwartz, creen que tanta inmediatez “nos está volviendo más superficiales. Quién tiene tiempo de leer un documento largo y pensar sobre eso”, le dijo a esta revista.

Nicholas Carr, en su libro The Shallows, también sostiene que Internet está volviendo a las personas distraídas, apuradas y frívolas, y que lo urgente prima sobre lo importante y lo rápido, sobre lo correcto. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, coincide en que con Internet la inmediatez ha desplazado la calidad. “En realidad todos estamos tan asfixiados de información que no sabemos cuál es la que falta. Hay un muro en el que la información no deja pasar la verdadera información”, dice. A esa barrera él la llama censura democrática. 

Pero no todos están de acuerdo con esto. James Gleick, autor del libro The Information, ve en Internet un mundo casi infinito de posibilidades, nuevas opciones y más retos. “Necesitamos poner filtros e incluso olvidar, pero creo que estamos aprendiendo”, dijo a SEMANA. Y uno de esos aprendizajes, según Lyengar, es ser más selectivos en las decisiones y no tener miedo a decir de vez en cuando ‘no sé qué es lo que quiero’.

Tomado  de :https://www.semana.com/noticias-vida-moderna/fatiga-informatica/153597.aspx