Con tasas de insatisfacción laboral de 80 por ciento, de acuerdo con la encuesta Indice de Cambio 2010 de Deloitte, es seguro concluir que muchos de los que están leyendo esto preferirían estar haciendo otra cosa profesionalmente.

Pero la incapacidad de la gente para renunciar a su trabajo no tiene nada que ver con el riesgo percibido de su nueva profesión, el temor al desempleo si se caían las opciones laborales y ni siquiera con lo bien que habían definido su nueva carrera.

Incluso cuando realmente quiere hacerlo, renunciar a su odiado trabajo puede ser increíblemente difícil. Esto se debe a que:

Lo han condicionado

Los científicos saben que la mejor forma de enseñar a alguien a que repita un comportamiento es premiándolo a intervalos aleatorios. Cuando los estímulos cesaron, las ratas del programa fijo dejaron de trabajar.

Si lo analiza de cerca, encontrará que el mundo corporativo está salpicado de cientos de estos programas variables de refuerzo. Una promoción inesperada o aterrizar un cliente importante son “granos“ profesionales que subconscientemente nos condicionan para seguir.

Pérdidas más visibles

La mayoría de la gente es aversa al riesgo – preferirá lo seguro sobre un beneficio potencialmente más alto pero incierto. Y ahora que todo mundo puede ver sus pérdidas personales y profesionales, a esta gente se le está dificultando más que nunca abandonar el barco.

Optimización de ganancias


Un gran énfasis en las ganancias incrementales también puede llevar a “optimización prematura“. Este sesgo humano hacia la acumulación de pequeñas ganancias es lo que llamamos progreso, pero paradójicamente, parece estar inhibiendo que muchos individuos alcancen su verdadero potencial.

Tomado de: https://www.larepublica.com.co/portal/index.php/component/content/article/92-empresas/alta-gerencia/5103