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El TLC más poderoso de la historia fue creado por Abraham Lincoln hace 150 años: los Estados Unidos de América.

Lincoln unió los estados del Sur y del Norte en una sola nación que hoy tiene 10 millones de kilómetros cuadrados, (Colombia un poco más de un millón), 333 millones de personas (Colombia 46), con uno de los ingresos per cápita más altos del mundo: US$50.000 (Colombia US$10.000). Cada uno de sus 51 estados tiene un PIB (Producto Interno Bruto, la suma de los bienes y servicios producidos por su población en el año) mayor que el de algunos países. La Unión Europea, el otro gigantesco TLC, nació para competir con el super TLC de la Unión Americana.

Cada país es en sí un TLC vivo, porque no hay aranceles internos. Cada departamento de un país ofrece a sus vecinos los productos donde tiene ventaja competitiva. Santander importa 50% de sus alimentos. ¿Debería apostar a ser autosuficiente haciendo vino y refinando azúcar? No. Lo que produzcamos para consumo interno debe tener una relación costo/calidad competitiva con lo que otros puedan producir para nosotros, al tiempo que venderemos aquello donde tengamos ventaja competitiva.

¿Qué tal que el marido llegara un día y dijera “A partir de hoy fabricaremos nosotros mismos el pan en esta casa, haremos la harina, y sembraremos el trigo. Nada de depender de los demás; defendamos nuestra soberanía”? Una frase emocional, carente de todo pragmatismo. Fue con esa política que el dictador José Gaspar Rodríguez Francia gobernó al Paraguay por varias décadas en la primera mitad del siglo XIX, sumiéndolo en el atraso más pavoroso de su historia. País que rehuse ingresar al club de los TLC, país que se quedará seco y solo, contrayéndose, con una clara desventaja competitiva.

Chile tiene TLC con los EE.UU. hace más de una década; Perú hace casi una década. Colombia y Panamá hace una semana. Ecuador orgullosamente se retiró de las negociaciones hace un lustro y no tiene en el horizonte cercano TLC con el gran conglomerado del norte. Venezuela, a menos que haya un cambio total de gobierno, no tendrá nunca TLC con los EE.UU.. La tendencia mundial es a establecer más y más tratados de libre comercio: hay cerca de 400 TLC vigentes en el mundo. Chile (un tercio de la población colombiana y 50% más de ingreso per cápita) tiene 40 tratados de libre comercio; Colombia, cuatro o cinco.

El proteccionismo, la antítesis de los TLC, es una política que protege a grupos organizados (gremios, partidos, grandes fabricantes, conglomerados industriales, sindicatos, federaciones y asociaciones) de los riesgos de la libre competencia, evitando a toda costa la introducción de productos, ideas y servicios de mayor calidad y menor precio. Los proteccionistas organizados tratan de posponer (e idealmente evitar) todo TLC. Los grupos no organizados son impotentes para ejercer presión; por eso nadie menciona que los más beneficiados con los TLC son los consumidores no organizados.

Habrá progreso en Colombia con este gran tratado. El efecto “pull” nos obligará a mejorar carreteras y puertos, a aumentar la mentalidad exportadora de las “Pyme”, a subir nuestros niveles en normas sanitarias y conservacionistas y a fortalecer la bolsa de valores, entre otros efectos.

Los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos exaltaron esperanzas en Colombia, pero los vecinos que ya tienen pactos con la mayor economía del mundo conocen su lado oscuro: dependencia económica, cierre de pequeñas empresas y un golpe para los campesinos. Un informe de Reuters, señala que la contracara de estos pactos suele quedar escondida por los beneficios que generan, como el crecimiento exponencial de las exportaciones, el caudal de inversión extranjera directa y productos importados más baratos.

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