Basado en ese concepto, Ford se preocupó porque sus compañías tuvieran un gran compromiso con mejorar el entorno comunitario de los lugares donde operaban.

De ahí se desprenden programas de becas, arborización, museos, bibliotecas, parques, entre otros.

En las últimas tres décadas, el mundo ha visto cómo, bajo la misma filosofía de Ford, se ha consolidado una agenda global de responsabilidad social empresarial (RSE).

Bajo ese esquema, miles de empresas desarrollan programas de impacto colectivo y buscan que la sociedad identifique su imagen corporativa con esos esfuerzos.

Sectores como el medio ambiente, la educación, la salud y el microemprendimiento han sido, tal vez, los más beneficiados.

Tal es el impacto del concepto RSE, que se ha hecho común la creación de dependencias especializadas en esta actividad dentro de empresas pequeñas, medianas y grandes.

Lamentablemente, una de las áreas a las que se le ha prestado menos atención dentro de la RSE es la cultura.

La razón, quizá sea que los auspicios culturales siguen siendo percibidos como puramente caritativos y con poco impacto en el posicionamiento social de una marca.

En países como EE. UU., la filantropía y el auspicio cultural empresarial tienen bastante impacto.

Sin ir muy lejos, 12 de los 50 mayores aportantes privados a causas sociales dedican sus contribuciones a iniciativas culturales. Museos, bibliotecas, centros de investigación en universidades, conservatorios y teatros de gran capacidad son algunos de los aportes de más relevancia en los últimos dos años.

En otros, como el Reino Unido, Nueva Zelanda y Canadá, son cada vez más las empresas que patrocinan proyectos culturales, logrando impactar en la comunidad y tener un contacto directo con la ciudadanía.

En Colombia, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo es un ejemplo de filantropía y responsabilidad social, al aportar la infraestructura y el 17% de la manutención del centro artístico.

La cultura es indispensable para generar cohesión social; mejorar la calidad de vida; fomentar la economía del talento, el conocimiento y la creatividad, y prevenir la violencia.

Crear esta conciencia en el sector privado es fundamental, porque se contribuye a un mejor entorno comunitario.

Crear agendas corporativas de responsabilidad cultural empresarial implica patrocinar investigación; instituciones públicas, privadas o no gubernamentales; infraestructura cultural; industrias creativas; integración cultural con otros países, mucho más cuando se trata de multinacionales; inclusión social, entre muchos otros.

El patrocinio no puede ser solo el aporte económico, sino la conceptualización de una agenda con indicadores de corto, mediano y largo plazo, y donde la sociedad valore el aporte a democratizar el acceso a la cultura.

En un país como Colombia, con tanta riqueza artística, la responsabilidad cultural empresarial es una apuesta estratégica para construir una mejor sociedad.

Tomado de: Portafolio.co