La Colombia de hoy no difiere mucho de aquella, la inequidad y el subdesarrollo de muchas regiones del país no han permitido que la cara ni de sus gentes ni de sus extensiones sea diferente.

En contraste, para las épocas de la confederación alemana, se escribía la bagatela de Bethoven con dedicatoria “Para Elisa”, melodía que por siglos ha sido identificada con la exclusividad de unos pocos que se acostumbraron a oírla.

La Reforma Tributaria que ha empezado a socializar el Gobierno Nacional para el periodo que inicia el 20 de julio, con un ánimo didáctico se le ha denominado ELISSA. La denominación obedece a los principios que pretende defender dicha reforma. (Equidad, limpieza, sencillez, seducción y adaptación internacional).

A decir verdad la reforma como se ha planteado parece ser muy sólida, y obedece a verdaderas necesidades en materia tributaria. Sin embargo, pareciera identificarse mejor con un concepto como el de aquellos oyentes de la pieza de piano y no con el de la realidad del país.

En lo que precisamente debería enfocarse una completa modificación a un sistema tributario tan intrincado y complejo como el colombiano, es en la facilidad. Este debería ser el principio que rigiera la Reforma en su integridad, la facilidad, especialmente para el ciudadano. Es que actualmente, no suficiente con el hecho de que son cuantiosos los recursos que todos tributamos, es supremamente engorroso cualquier procedimiento relacionado con el tema.

El solo trámite de expedición de un Registro Tributario es todo un procedimiento; la cédula de ciudadanía debería ser suficiente como documento y número único de identificación tributaria, como de todo proceso o procedimiento que deba realizar un colombiano. Y ese es solo un ejemplo.

El principio de sencillez que incluye el marco de la Reforma no se puede equiparar al de facilidad, porque éste hace referencia a la simplicidad no de los procedimientos o las formas, sino del contenido de los tributos. Por ejemplo, en virtud del principio de sencillez, se pretende que se reduzcan a tres las tarifas del IVA, y no cinco como existen hoy en día. Pero en virtud del principio de facilidad cualquier colombiano debe tener procedimientos claros y expeditos. Verdadera facilidad, valga la redundancia, al momento de cumplir con el deber contribuyente

No solo sería útil adicionar el principio de facilidad a la Reforma, sino también sería más coincidente con la realidad de los ciudadanos de un país que en su mayor parte se parecen más a Doña Felisa y no con los agudos tonos de la pieza artística de Bethoven.

Todos los colombianos, desde aquella lavandera que aún hoy se ve obligada a acercarse a los ríos a fregar trapos porque a su hogar no llega agua potable, ni siquiera para su consumo, hasta ese que preside una multinacional, todos tenemos el derecho a que tributar sea FÁCIL.

Esa que pareciera una superficial diferencia entre una reforma que se denomine ELISSA y una que se llame FELISSA, anteponiendo el principio de Facilidad a cualquiera otro, tiene mucho de profundidad. No solo porque entroniza la reforma con la realidad de un país que lo requiere, sino porque la haría verdaderamente eficaz.

Así como se lo propuse al Gobierno a través del Ministro de Hacienda, a instancias de la Comisión Cuarta de Senado, lo reitero, no habrá una reforma tributaria útil o justa si ésta no cumple con el principio de facilidad.

Tomado de: Larepublica.com.co