(La Republica) El pionero de la reforma fiscal para bajar los impuestos fue Trump a quien se le pegó Macri y ahora piñera, pero sí es viable la propuesta

Proponer bajar los impuestos en épocas electorales es un acto que roza con el populismo si no se demuestra técnicamente cómo se taparán los huecos que dejarán los tributos no recibidos por el Estado. Y es una de las ideas o propuestas más atractivas desde hace un año y medio cuando el Presidente de Estados Unidos en ejercicio, Donald Trump, era un aspirante más a la Casa Blanca. Ahora que maneja las riendas económicas del motor de la economía mundial, ha puesto en marcha su plan para cumplir con esa propuesta que ha generado muchos imitadores a los largo y ancho del mundo, todo para ganarse el favor de los electores. El presidente argentino, Mauricio Macri, seguirá ese camino y el candidato a la presidencia chilena, Sebastián Piñera, también se ha mostrado amigo de bajar los tributos, acción o actitud ejecutiva que empieza a pasar de una simple moda a convertirse en una tendencia, pues en Colombia varios de los candidatos a suceder a Santos, también son amigos de reducir las tasas impositivas, especialmente a las empresas.

La historia está llena de casos en que los candidatos a gobernantes prometen bajar los impuestos, incluso varios lo han logrado, pero siempre se enfrentan a la necesidad de explicar cómo reemplazarán recursos que efectivamente dejarán de percibir. Este fue el caso de Ronald Reagan y su “reaganomics”, tesis sustentadas por Milton Friedman quien siempre aconsejaba bajar el gasto público; reducir los impuestos que gravaban el trabajo y el capital -léase en Colombia Imporenta e impuestos sobre las ganancias- controlar la oferta monetaria; reducir la inflación y quitarle trabas a la actividad económica, financiera y empresarial.

Los Estados Unidos de los 80 estaban bajo el imperio del alto desempleo y la inflación cabalgante, con el paso de los años esto cambió y esas políticas fueron acertadas para sacar adelante la economía. Ahora, su homólogo republicano, Trump, debe cumplir y reducir impuestos, y tal como lo ha hecho todo hasta la fecha, sacará su reforma fiscal contra vientos y mareas. Desde el pasado 20 de enero cuando se posesionó, la economía estadounidense no solo ha abandonado el Acuerdo Comercial con las Economías del Pacífico, el Acuerdo del Clima de París y la Unesco, sino que bajará los impuestos a sus empresas, una acción de aparente implicación local, pero que ya ocasiona en la Unión Europea (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España) muchas preocupaciones por eventual discriminación a las compañías multinacionales no estadounidenses, lo que vulneraría las normas fiscales internacionales. Desde ya los gobiernos europeos plantean acciones legales: “la inclusión de ciertas provisiones sobre fiscalidad internacional menos convencionales podría contravenir los tratados de doble imposición de EE.UU. y podría tener un gran impacto distorsionador en el comercio internacional”.

Nuestra economía no depende en grandes proporciones de los tributos de las multinacionales, pero sí de la tributación de las empresas que es bastante onerosa, y si en Estados Unidos, Argentina o Chile se van a pagar impuestos más bajos, muchos empresarios pueden tener sobre carpeta de decisiones la posibilidad de trasladar operaciones. Es un caso para tenerlo en cuenta, pero más deben estudiar los candidatos al momento de hacer estas promesas, pues “el no subir impuestos, escrito sobre mármol”, fue una gran mentira.

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