Una de las primeras tareas que asumirá Mauricio Cárdenas, una vez se posesione como ministro de Hacienda, es estudiar la reforma tributaria sobre la que el ministro saliente, Juan Carlos Echeverry, manifestó dudas, hasta último momento, respecto de llevarla o no este año al Congreso.

Ahora, desde el sector privado, un antecesor de Echeverry y Cárdenas, el exministro Alberto Carrasquilla, ve con escepticismo la viabilidad de una reforma ambiciosa que pudo tener mejores posibilidades en los primeros seis meses de gobierno, con un capital político de 9 millones de votos. Y critica que en ese primer lapso solo se hizo algo que él califica como una ‘reformita’.

Aún así, de lo que se ha comentado sobre la posible reforma, a Carrasquilla le entusiasma que en la discusión técnica dentro del Gobierno se contemplen iniciativas suyas como el IVA a la canasta familiar, aunque el presidente Juan Manuel Santos la ha descartado.


Usted fracasó con una reforma tributaria similar. ¿Le ve futuro a la de ahora?

Se filtró un borrador, pero el Gobierno dijo que no era esa su propuesta. En lo que salió a la luz pública hay cosas que me gustan mucho. En primer lugar, la extensión de la base del IVA. Yo luché por eso y me crucificaron. Soy partidario de que la base hay que expandirla.

En su momento, propuse que se gravara todo y se devolviera a los más pobres.Argumenté que yo mismo hacía mercado en un establecimiento de estrato 6 y solo pagaba un 3 por ciento en IVA, me estaba ’embolsillando’ el 13 por ciento restante. Les preguntaba: ¿por qué en mi bolsillo es más útil esa plata que en la sociedad? La idea de gravar toda la canasta familiar, pero devolverle la plata a la gente más necesitada, era para no perdonarles ese pago a los más ricos, que hoy pagan menos IVA.

El gobierno actual propuso lo mismo: expandir el IVA con devoluciones, lo que era una excelente idea. Todo quedó allí y, ahora, no le veo futuro a la propuesta. Se necesita un gobierno con muchos pantalones para sacar adelante esa idea.


El problema es que no hubo claridad sobre cómo devolverle el impuesto a la gente más pobre. Para usted, ¿cuál sería el mecanismo?

El Sisbén. El país creó un censo de la población pobre. Estamos avanzados en eso. Tenemos toda la infraestructura para poder hacerlo. Lo podríamos hacer a través de la banca. El problema operativo como excusa para no hacerlo no es válido.


¿Qué otras propuestas rescata de la reforma?

Ampliar la base de tributación y prohibir exenciones a personas naturales, me gustaban. También las propuse en el 2006, y por eso me dieron unas cuantas trastadas. La baja en la tasa de renta era buena. Poner una tasa común hasta cierto tope y dejar a un 60 por ciento de la población sin pagar impuesto de renta me parecía razonable; pero no dejar que el primer peso de este gravamen solo lo paguen personas del estrato 5. Cada colombiano se puede sentir más dueño de un país si pone mil o dos mil pesos al mes. Es gente que tiene telefonía celular, que tiene capacidad de pago y estaría dispuesta a aportar.


En estos momentos, el Gobierno duda de si tramita o no la reforma. Para usted, ¿qué es lo más prudente, lanzarse o quedarse quieto?

En términos de relación Gobierno-Congreso, yo tengo un teorema y es el de los 6 meses. Un gobierno que llega con 9 millones de votos al poder tiene 6 meses para hacer las reformas que quiera.

Lo hicieron en el 2010, con la que llamaron ‘minirreforma’ tributaria.

Esa reformita que hizo el Gobierno en diciembre fue un desperdicio absoluto. Fue dolorosa para mí. Teníamos en el Estatuto que si se reinvierte no se paga impuesto; si distribuye dividendos, paga.

Pusimos una exención del 30 por ciento, pero en diciembre se les dio por decir que era una gabela para ricos. Cambiaron ese aspecto y aumentaron el recaudo, pero cambiaron las reglas de juego para la inversión. En lugar de haber hecho esa reforma previa, pudieron llevar, con sus 9 millones de votos, lo que pensaron después como reforma estructural.

En estos momentos, no creo que una reforma tributaria estructural seria tenga éxito. Lo digo por experiencia.
Con el tema pensional, ¿cree que también se equivocaron?

En el Plan de Desarrollo, plantearon aumentar la edad de pensión, y luego echaron reversa. A mí me tocó la reforma constitucional sobre pensiones. Me parece que es imposible en Colombia hacer una reforma en la cual cada uno pague lo que le corresponde. Lo único que podemos hacer -y lo intentamos- es lograr que la gente que entra nueva al mercado laboral pague lo que va a recibir del sistema. Los de 40 años ya tienen unos derechos adquiridos, por lo que no es políticamente viable ni razonable pensar en cambiarles las reglas, pese a que van a recibir mucho más de lo que le aportaron al sistema.


Y ¿qué haría con el déficit pensional?

Es algo que hay que dividir. Por un lado está el que ya tenemos y que nadie va a ser capaz de recortar. Por el otro, la meta de cómo hacer para asegurar que la gente que entra al mercado laboral tenga pensión y correspondencia entre lo que aporta y lo que va a recibir más adelante.


El tema crítico es la edad de jubilación. 

Si la esperanza de vida al nacer se amplía, hay que tener una correspondencia. Suena cruel, pero si duro vivo mucho tiempo, después de mi jubilación la plata que voy a requerir del sistema es más que si vivo menos tiempo.


El Ministro de Trabajo dice que no tiene pensado tocar la edad. ¿Esto se compensaría con pensiones por debajo del salario mínimo?

Nosotros incluimos en la reforma que tramitamos en el Congreso la posibilidad no de que sea una pensión por debajo del salario mínimo, sino de que los fondos de pensiones piensen en opciones para que la gente que no tiene capacidad de aportar tenga derecho a una mesada. Hay que recordar que más o menos el 50 por ciento de la población gana menos del mínimo. Si queremos pensar en grande, tenemos que pensar en la realidad.


Cuando usted pasó su reforma, se dijo que no habría pensiones onerosas. ¿Por qué no se corrigió ese tema que impacta el sistema?

Se lo pasaron por la faja. Yo sabía que así sería. De todas maneras, metimos la cláusula para que no hubiera estas pensiones; el Congreso estuvo de acuerdo, todo el mundo lo estuvo: que no habrá pensiones por encima de 25 salarios mínimos (nos salió ‘de la gorra el tope’).


¿Qué es más urgente, la reforma pensional o la tributaria?

De acuerdo con el Marco Fiscal de Mediano Plazo del Gobierno, no parece haber ningún problema. Ahí dice que el país está muy bien. En ese documento, el recaudo sobre la producción de la economía cae. Será menor, en el 2024, de lo que es hoy. En ese escenario, la economía está creciendo al 4,8 por ciento, no hay necesidad de aumentar el recaudo. La deuda neta cae del 20 y pico al 7 por ciento como porcentaje del PIB. 

En ese sentido, la reforma tributaria como fuente de recaudo tampoco se necesita, pero como fuente de crecimiento, sí. Eso es lo bueno que tiene la reforma que planteaba el Gobierno: más recaudo de personas y menos de empresas. En Colombia, se da por hecho que la empresa es rica y la persona, pobre. 

Lo que decía la reforma era: ‘queremos que las personas tributen más y las empresas tributen menos y, por lo tanto, haya generación de capital’. En ese sentido, la reforma no es urgente, pero sí importante. 

El tema pensional, tampoco me parece urgente, pero sí importante. Importa si la generación que entra hoy al mercado laboral aportará menos en valor presente, en los próximos 40 años, de lo que va a recibir una vez jubilada. Es importante solucionarlo, pero no urgente. En realidad, los problemas de Colombia -por fortuna- no son urgentes. Eso pone a los gobiernos a descansar demasiado, pero todos son importantes.


MARTHA MORALES MANCHEGO 

MAURICIO GALINDO
Redacción de Economía y Negocios

Tomado de: portafolio.co