Angelino Garzón está sentado en su despacho. Se sienta en una silla alta para cuidar su espalda. Dice que ya terminó las 38 radioterapias en el Hospital San Ignacio y, aunque sigue esperando el dictamen final de los médicos, cree que desapareció el cáncer de próstata que le diagnosticaron en octubre, cuatro meses después de sufrir un trauma cerebrovascular que lo dejó en coma por algunos días. Siente que es un sobreviviente.

Habla despacio y mide sus palabras, como si tantas salidas en falso, en donde fue cuestionado por moverse como una pieza desajustada del engranaje oficial, hubieran hecho mella en él. Sin embargo, es claro que en muchos temas políticos piensa distinto al presidente Juan Manuel Santos.

Aunque está concentrado en su recuperación, Garzón no duda en que quiere estar en un cargo menos simbólico, con presupuesto y poder de nominación. Su fortín político sigue estando en el Valle del Cauca y en las fuerzas sindicales. Al parecer, no piensa jubilarse en la política como vicepresidente.

Antes que nada, ¿cómo se siente después de tantos golpes que sufrió su salud?

Sigo viviendo y eso me alegra. En los temas de salud hay que tener paciencia y constancia.

A veces uno tiene que aceptar la voluntad de Dios, pero también confiar en que hay un Señor de los Milagros de Buga.

Me estoy recuperando bien, gracias a los terapeutas y enfermeros, a mi esposa Monserrat, a las oraciones de los ciudadanos y a mi hija Jenny y a mi madre que desde el cielo me acompañan.

Usted calentó por estos días el debate cuando dijo que un aumento del 3,5% en el salario mínimo era miserable, ¿cómo ve el tema ahora que se definirá por decreto?

Creo que en toda democracia la base del desarrollo económico es que los trabajadores puedan tener salarios dignos y empleos decentes. Y, obviamente, que frente al fracaso en la comisión de concertación, que lamento mucho, de un diálogo entre empresarios, trabajadores y Gobierno.

Es una gran oportunidad para que el presidente Juan Manuel Santos y el ministro del Trabajo, Rafael Pardo, tengan un cariño muy especial con los trabajadores y trabajadoras, y aumenten el salario mínimo de forma digna, de acuerdo con su política de prosperidad para todos.

Los trabajadores y trabajadoras del país que ganan el salario mínimo son cerca de siete millones y por ellos son cerca de 20 millones los que se benefician. No es un tema sindical, es un tema social.

¿Tanto lamenta que no hayan llegado a un acuerdo?

Sí. Pero el Gobierno no está amarrado. Puede llamar a las centrales sindicales y construir un acuerdo con ellas. La política de prosperidad significa una mirada integral en materia de relaciones laborales.

No sólo se puede tener en cuenta a los empresarios, sino a los millones de trabajadoras que ganan el salario mínimo en el país.

¿Cómo vio al Congreso, que fue duramente cuestionado durante todo el año, con la reforma a la justicia, la elección del procurador y el fuero militar?

Como vicepresidente de la República tengo el deber constitucional de respetar la autonomía de cada uno de los poderes del Estado, pero pienso que el Congreso puede hablar más con diferentes sectores de la sociedad civil colombiana sobre estos temas que usted plantea.

El Congreso es un organismo cuya labor es aprobar leyes y en ese sentido vienen cumpliendo una tarea fundamental.

¿Cómo están sus relaciones con el presidente Álvaro Uribe?

Yo por el presidente Álvaro Uribe no tengo sino manifestaciones de cariño y agradecimiento.

Cuando fui gobernador del Valle nos entendimos muy bien. Con la anotación de que yo no voté por el expresidente Uribe ni en la primera elección ni en la segunda.

Y él respetó mi postura política y hasta me nombró embajador ante el sistema de Naciones Unidas. Ese sentimiento de agradecimiento es el mismo que tengo con Andrés Pastrana, con Antonio Navarro o con el presidente Juan Manuel Santos. Lo mejor sería un diálogo fraterno y un entendimiento entre el presidente Álvaro Uribe y el mandatario Juan Manuel Santos.

Pero ese diálogo está muy averiado, ¿le han pedido que sea el puente?

No, ninguno de los dos me ha pedido que sirva de puente para eso. Lo que digo es que ellos son dos personas grandecitas, con experiencia, muy importantes para Colombia, que pueden dialogar y entenderse para bien de nuestro país.

¿Hasta dónde va su agradecimiento con el presidente Uribe? ¿Podría terminar en su Movimiento Centro Democrático?

Vuelvo y le repito, sólo tengo palabras de agradecimiento con el presidente Álvaro Uribe. Y, obviamente, que en todo lo que pueda colaborar para que un día haya entendimiento con el presidente Santos y él lo haré con gusto.

¿Definitivamente no se ve como fórmula vicepresidencial en el futuro?

No. No estoy interesado en ser fórmula vicepresidencial de nadie en Colombia, porque el vicepresidente es un cargo simbólico.

¿Quiere verse ejecutando entonces?

Sí, uno puede ayudar más a la gente desde un gobierno local o regional. Obviamente que mis prioridades en este instante son mi recuperación de salud y mi contribución al éxito de la gestión del presidente Juan Manuel Santos.

¿Se siente marginado del Gobierno?

No, no estoy marginado. Estoy cumpliendo con mi labor, como coordinador general de la política de derechos humanos y, obviamente, que Colombia necesita una política integral en ese sentido.

No se puede hablar de democracia de paz si al mismo tiempo no se respetan integralmente los derechos humanos, incluyendo a los defensores de este tema.

Hablando de derechos humanos, ¿cómo vio la ampliación al fuero militar que aprobó el Congreso, seriamente cuestionada por Naciones Unidas, la OEA y Human Rights Watch como un retroceso en esta materia?

Es muy importante que haya un diálogo entre el ministro de la Defensa, los altos militares y de Policía, y cada una de las organizaciones civiles y la comunidad internacional en torno a compromisos muy perentorios de las Fuerzas Armadas en el respeto de los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario.

Todos los casos de violación a estos derechos deben estar en la justicia ordinaria. Ningún servidor público, incluyendo los uniformados, pueden violar este principio. A los ilegales no los podemos perseguir desarrollando prácticas propias de los ilegales. Ganamos la guerra sólo si respetamos esto.

¿Cree qu e la ampliación del fuero como quedó se presta para que se cuelen los falsos positivos a la justicia militar, como han señalado organizaciones de derechos humanos?

Creo que los más interesados en Colombia para la defensa de los derechos humanos y el DIH son los propios militares y policías. Estamos ante un gran reto, y los altos mandos y el ministro de Defensa le deben demostrar a la comunidad internacional un total compromiso de respeto con el tema para que eso no suceda.

Hablemos de paz. ¿Tiene alguna función en este proceso que va caminando en La Habana?

Tengo una responsabilidad constitucional, que es la de respetar estos esfuerzos valientes de paz.

En Colombia el mandato es hacer la paz y no la guerra. Es más difícil hacer lo primero que lo segundo, sin duda, por lo tanto, hoy la guerrilla de las Farc tiene una responsabilidad no con el Gobierno sino con la sociedad civil y la comunidad internacional; no más secuestro, no más minas antipersonales, no más voladuras de torres, no más reclutamiento forzado.

Hoy la sociedad civil demanda de las guerrillas, de las bacrim, y hasta del propio Estado, que se les deje vivir en paz.

¿Cómo vio el foro agrario que se realizó en Bogotá?

Si Colombia aceptó discutir con las Farc los temas agrarios es porque está firme en el camino hacia la paz. En este país eso no sólo tiene que ver con el tema de tierras. La paz necesita perdón y reconciliación, en las familias, entre gobernantes y políticos. Para lo que no nos hemos preparado mucho y está cruzado por la restitución de tierras de las víctimas.

¿Le pone fecha de caducidad al proceso?

Las políticas de paz están en cabeza del presidente de la República y él es el que da los tiempos sobre esos temas.

Entonces hablemos de lo local. ¿Cómo ve a Petro?

El mejor aliado que tiene el Gobierno Nacional son los alcaldes y alcaldesas, los gobernadores y gobernadoras. El que más tiene que preocuparse por el futuro de estos gobiernos locales es el presidente.

¿No cree que esta relación, para el caso de Bogotá, ha sido un tanto intrusiva?

Le repito, siento que hay una disposición del presidente Santos de entenderse y de trabajar de la mano con el alcalde de Bogotá. Ahora, Gustavo Petro es una realidad, es el alcalde de la capital. Mi recomendación sería para el Estado y para los diferentes sectores empresariales para que hagan un esfuerzo por trabajar de la mano con el alcalde y por procurar que le vaya bien.

Tomado de:elespectador.com