Desde el punto de vista de las exportaciones, no ha ocurrido el sustancial incremento en ventas que algunos esperaban. Y en lo que hace a las predicciones referentes al impacto en múltiples sectores locales que serían arrasados por productos norteamericanos, el escenario apocalíptico tampoco ha sucedido.

En cambio, lo que ha comenzado es un proceso gradual que se asemeja mucho al experimentado por un buen número de naciones latinoamericanas –desde México hasta Chile– que tienen pactos vigentes con el llamado ‘Coloso del Norte’. Este consiste en un estrechamiento paulatino de los vínculos que debería conducir a un intercambio creciente y más diversificado, el cual se verá influenciado por la distancia geográfica o las respectivas ventajas comparativas, al igual que por la capacidad de aprovechar las oportunidades en uno y otro lado.
 

Sin embargo, el mensaje de fondo es que el desempeño actual y futuro de la economía colombiana tiene muchos más determinantes que el TLC. Estos van desde el consumo interno hasta las cotizaciones de los bienes primarios que vende el país, pasando por el desempeño de la inversión privada y pública.
 

Tales elementos son los que influyen en mayor grado sobre el ritmo del PIB, que en el 2013 debería ser superior al 4 por ciento, según la mayoría de los analistas. Dicho lo anterior, el tema no es despreciable. Al fin de cuentas, Estados Unidos es el primer destino de nuestras exportaciones, al igual que la principal fuente de importaciones. En total, el intercambio conjunto asciende a cerca de 40.000 millones de dólares anuales, que no es una cifra menor.
 

Ahora, el desafío consiste en elevar dicho guarismo, algo que tiende a ser una realidad de doble vía. Debido a ello, es absurdo pretender que los beneficios que nacen de disminuir las barreras al comercio bilateral vayan en un solo sentido, pues si así sucediera nadie se vería inclinado ante el riesgo de ganar o perderlo todo.
 

En cambio, hay que congratularse ante el reporte hecho por Proexport, que identifica a 775 empresas, ubicadas en 18 departamentos, como nuevas proveedoras del mercado estadounidense en el último año. Tales compañías le agregaron 187 productos a la oferta exportable, lo cual equivale a un 10 por ciento adicional. Bajo ese punto de vista, resulta prematuro rasgarse las vestiduras por el hecho de que las ventas –excluyendo a los combustibles– crecieron apenas 3,3 por ciento en los pasados 12 meses.
 

Por otro lado, las compras tuvieron un alza del 13,6 por ciento. Como era previsible, una de las áreas más dinámicas fue la de alimentos, en la cual los productores norteamericanos lograron desplazar a naciones como Canadá, Argentina y Bolivia. A pesar del ligero desbalance en los ritmos, vale la pena recordar que Colombia mantiene un amplio saldo a favor, cercano a los 8.500 millones de dólares, en la balanza comercial.
 

Tales elementos dejan en claro que es prematuro hacer juicios sobre la evolución de un TLC que se ha movido dentro de lo razonable. No obstante, para que ese balance sea mucho más favorable en unos años, el país debe completar una larga lista de tareas orientadas a impulsar la competitividad y productividad, mediante inversiones en infraestructura o reformas institucionales inaplazables.
 

A la vez, es necesario que el entorno macroeconómico sea el adecuado, garantizando no solo una inflación baja y costos financieros manejables, sino especialmente una tasa de cambio menos revaluada que la actual. Y avanzar en dichos campos es indispensable en un país que aspira a seguir por la senda de la globalización, la misma que le puede generar más prosperidad y empleo, con lo cual la única opción que no sirve es la de cruzarse de brazos.

Tomado de:portafolio.co