Desde comienzos de 2010 el empleo formal en las 13 ciudades principales se ha expandido a una tasa anual media del 5,5 por ciento.

En marzo-mayo últimos, y a pesar de la desaceleración del PIB, siguió siendo del 4,9 por ciento (ojalá el desempeño macroeconómico no termine por reducirla).
 

Gracias a ello, el desempleo de las 13 ciudades, corregido por variaciones mensuales, bajó del 13 por ciento en 2009, al 11,1 por ciento en junio último. En cambio la informalidad ha seguido subiendo (34,6 por ciento de la población en edad de trabajar en 2007; 38,1 por ciento en marzo-mayo).
 

Frente a esa misma población, la suma del desempleo y el empleo informal ha crecido y no ha podido volver a los niveles del 2007.
 

Ello ha sido así porque la excelente expansión del empleo formal de los últimos tres años ha estado concentrada en el que cuenta con educación superior (76 por ciento de los nuevos empleos modernos) que, por su dinámica y sus ingresos elevados, ha dinamizado el consumo de las clases medias.
 

En cambio, el formal poco educado, el de las clases populares, ha crecido muy lentamente. Este sesgo ha obligado a los pobres a dedicarse a la informalidad y no ha dejado que la participación laboral baje, ni que la desocupación rompa el piso del 10 por ciento. Más aún, para los jóvenes pertenecientes al 20 por ciento más pobre de los hogares urbanos, el año pasado el desempleo fue del 40,5 por ciento; esta cifra fue todavía más alta en algunas ciudades: 52,3 por ciento (Pereira); 49,2 por ciento (Cali) y 47,4 por ciento (Medellín).
 

Para elevar la empleabilidad de los jóvenes populares habría que darles acceso a la educación superior. Pero a punta de matrículas subsidiadas y/o de tasas de interés cero para los créditos, seguirá siendo limitado, tomará tiempo y saldrá caro.

Tomado de: Elcolombiano.com