Quienes han tenido a su cargo áreas donde el número de mujeres es predominante, suelen comentar sobre los conflictos que se generan entre ellas, por causas aparentemente intranscendentes.

¿Es esto una realidad que entorpece el trabajo en las empresas o es simplemente uno de tantos mitos que van haciendo carrera con el tiempo?

Para resolver la inquietud, pregunté a un número importante de mujeres, cuáles eran las causas de que en las empresas se generan tantos conflictos entre ellas; recibí respuestas y explicaciones muy interesantes, pero para mi sorpresa, nadie negó que los conflictos se dieran mayormente entre grupos de mujeres que de hombres.

Las mujeres hablan mucho de su sensibilidad y de cómo todo lo que sucede a su alrededor termina por afectarlas; no olvidan fácilmente cualquier acto que consideren ofensivo y buscan la solidaridad de sus compañeras en contra de quien cometió el agravio. Compiten todos los días por todo: el reconocimiento laboral, el mejor vestido, el desempeño de los hijos, el éxito del marido, etc. Entre los hombres, afirman, no existe tanta rivalidad.

Las mujeres por naturaleza, están atentas a los detalles y encuentran significados diversos a una misma palabra o frase, dependiendo de cualquier cambio sutil en la entonación; buscan significados ocultos y muchas veces esconden sus sentimientos negativos hacia otras personas, para evitar ser descalificadas por el grupo. Analizan con detenimiento la forma como alguien las saludó y pueden llegar a molestarse por detalles que a simple vista parecen insignificantes. Cualquier desacuerdo puede ser asumido como algo personal.

La psicóloga, escritora y conferencista chilena, Pilar Sordo, realizó una investigación a lo largo de 8 años para tratar de entender las diferencias, no entre los géneros, según afirma, sino entre lo masculino y femenino. Según sus hallazgos, las mujeres tienden a retenerlo todo, tienen una memoria prodigiosa, les cuesta mucho liberarse de las tensiones y desprenderse incluso de cosas que les hacen daño.

Encuentra que las mujeres tienen una estructura de pensamiento real, que comparten con los hombres, pero adicionalmente desarrollan un pensamiento mágico, que define como la diferencia entre el mundo real y lo que a este le falta para convertirse en su mundo ideal. Afirma que entre más diferencias existan entre esos dos mundos, mayores serán sus quejas. Anota que en la medida en que una mujer más se haga cargo de su propia felicidad, en vez de esperar a que otros la hagan feliz, menos construcción de pensamiento mágico habrá en ella.

Lo masculino, según dice, ‘está estructurado para soltar, para avanzar, para no detenerse en los detalles, para pensar en los objetivos; lo masculino tiene menos buena memoria y por lo tanto carga con menos culpas. La diferencia se da fundamentalmente en que los hombres, tienen la cabeza dividida en cajones; de acuerdo con lo están haciendo, hay un cajón que esta activado mientras todos los demás se mantienen apagados’. Las mujeres, dice, tienen todo mezclado; los hombres planifican más en objetivos y las mujeres en procesos y en detalles.

Lo importante es aprender a reconocer las diferencias que existen entre hombres y mujeres para aprovecharlas positivamente; no se trata de que un género sea superior al otro, sino simplemente de entender que son distintos . La experiencia señala que es mejor conformar equipos de trabajo en los que intervengan hombres y mujeres, que por sus mismas diferencias se complementen y eviten los desequilibrios.

Los hombres enfrentan mejor los problemas laborales

Estudios recientes prueban que es más probable que los hombres afirmen manejar bien los tejes manejes de oficina y que las mujeres aseveren que quieren evitarlos a toda costa.

En entrevistas de asesoría se ha evidenciado que las mujeres perciben las maniobras políticas como violación de su código de moral. Pero la realidad es que estas políticas tienen muy poco que ver con la moralidad y mucho con manejar relaciones y lograr que se haga el trabajo.

Tomado de: Larepublica.com.co