Hacerlo es un abuso de poder y un mal ejemplo de prosperidad democrática.

Es evidente el esfuerzo realizado por el Gobierno Nacional, en particular por los técnicos de la tributación, para sacar adelante la iniciativa; pero no es tan evidente que temas tan técnicos hayan sido asimilados en debida forma por el Congreso de la República y sus miembros, quienes a pocas horas de terminar la legislatura, sólo puede animarles un interés clientelista y burocrático. De ahí las reuniones, desayunos, almuerzos y comidas con liberales, conservadores y el partido de la U.

Ya se ha dicho en otras ocasiones y no sobra repetirlo ahora, el Estatuto Tributario y por ende el régimen tributario colombiano es lo que es hoy, una colcha de retazos; precisamente por la improvisación a que han sido sometidas las iniciativas tributarias que en el pasado, fueron el resultado, más de una negociación en la instancia legislativa, que el reconocimiento a un trabajo serio de técnicos, empresarios, gremios y la academia.

Si esta no es la reforma estructural que merece el país y si evidentemente no hay una intención de recaudo, ¿cuál es la urgencia de aprobar la Reforma con el afán que ahora se pretende?

Es claro que la Reforma tiene novedades tributarias que merecen ser implementadas cuanto antes, especialmente por temas de equidad y progresividad. Hay también novedades en materia de procedimiento y qué decir al momento de castigar la evasión; pero la vida enseña que no por madrugar más amanece más temprano.

Hay quienes dicen que el próximo año es una época electoral y por ende debatir y aprobar una reforma tributaria sería más complejo aún, ¿pero acaso un  país serio con un Congreso responsable, no están en capacidad de independizar un tema económico de otro político?. Cuando se trata de impuestos, es decir, del patrimonio de todos los colombianos, ricos y pobres, debe prevalecer lo uno por encima de lo otro, salvo el expreso reconocimiento que el crecimiento y el desarrollo son menos importantes que los votos, las cuotas burocráticas y los partidos políticos.

Se ha escuchado decir que ha faltado hacerle pedagogía a la Reforma y no han faltado quienes han dejado saber que aún siguen sin entender el articulado, eso no sería importante si quienes lo dijeran fueran ciudadanos comunes y corrientes; pero lo han dicho expertos en tributación y hasta quienes asesoraron por más de un año al Gobierno para la presentación del articulado, una de ellas, la tributarista Lucy Cruz de Quiñones y qué decir de Rudolf Hommes, quien algo debe saber del tema, si es que no queremos reconocer que sabe lo suficientes como para ser una autoridad en el mismo.

Muchos argumentos hay para justificar el aplazamiento de la Reforma Tributaria y ello en manera alguna y con el esfuerzo realizado por los técnicos del ministerio de Hacienda, debe ser interpretado como una derrota, sino como un reconocimiento a su trabajo serio que puede verse desdibujado con los afanes que supone depender de más de 200 congresistas, donde apenas el 15% se habrá leído leído la Reforma y menos de ese porcentaje la habrán entendido.

Aplazar la reforma debe ante todo ser un ejemplo de prosperidad democrática donde no sólo los impuestos tienen Ley, sino también verdadera representatividad y coherencia.

Tomado de: Elespectador.com