Si en el país pagamos tasas buenas y abrimos la posibilidad de buscarlas más bajas afuera, ¿las pensiones rentan menos o baja el peso?”. Según publicó Portafolio, este es el reclamo de la Contralora a la propuesta del Ministro de Hacienda de diversificar los recursos de las pensiones internacionalmente.
 

En la gráfica adjunta se aprecia la marcada tendencia a la baja en el rendimiento de los bonos del Tesoro norteamericano a diez años, en las últimas tres décadas. Muy pocos ciclos económicos se han prolongado de esa manera.
 

Un entorno como este resulta propicio para que los instrumentos tradicionales de renta fija se valoricen gracias al mayor rendimiento que ofrecen con respecto al de las nuevas emisiones (su retorno total se compone de la suma del interés que genera, más su valorización, o desvalorización, a través del tiempo).
 

Es usual que un alto porcentaje del retorno total se origine en este último rubro. Basta comprobar la rentabilidad total en los últimos tres años, cercana al 11 por ciento, de un fondo aparentemente conservador como ‘VGLT’, que invierte de acuerdo con un índice de bonos a largo plazo emitidos por el Gobierno norteamericano; entre tanto, esos intereses se mantenían en un rango entre 1,5 y 4 por ciento.
 

La utilidad en renta fija se obtiene mediante concienzudas y oportunas consideraciones macroeconómicas, hurgando por todos los confines financieros. Por seguridad y rendimiento, concentrar todos los ahorritos en instrumentos caseros difícilmente resulta la mejor estrategia.
 

Ese ciclo, acentuado en los últimos años por medidas extraordinarias encaminadas a inyectar liquidez a raíz de la crisis de crédito, difícilmente podrá prolongarse por mucho más tiempo.
 

Bill Gross, el del fondo con mayores recursos a cargo, manifestó recientemente que a corto plazo solo podrá alcanzar un retorno cercano al interés efectivo que produzcan los bonos; resaltó también su creciente temor ante los efectos de la inflación que visualiza para los próximos años.
 

Cabe recordar que ciclos con ‘tamaña’ extensión resultan propicios para generar complacencia, por ejemplo en la creciente industria de los fondos generacionales.
 

Su estrategia consiste en ir aumentando la seguridad por medio de mayores inversiones en bonos, a medida que se aproxime la edad de retiro. Sería un grave error desconocer la importancia de la renta fija en aras a la estabilidad de un portafolio; pero, enfrentada a una situación de tasas crecientes, necesitará un periodo de ajuste, posiblemente doloroso, para que sus nuevos rendimientos puedan compensar la caída de los precios.
 

Claro que muy pocos apuestan a un desplome inminente en el precio de los bonos, más aún ante esta recuperación tan lenta e incierta.
 

Y nunca puede descartarse que, frente a la aparición de nuevos temores, los sectores más seguros de la renta fija vean cómo sus precios se disparan de nuevo. Pero, dados los bajísimos rendimientos actuales, aumentos importantes en las tasas pueden hacer tambalear las modestas ganancias que pronostica el señor Gross.
 

La idea, al igual que siempre, es identificar instrumentos adecuados para un nuevo estado de cosas, con una mejor propuesta riesgo/retorno.
 

Puede implicar, bajo las circunstancias actuales, una menor exposición a la suerte de las tasas de interés, asumiendo inevitablemente otros tipos de riesgo.
 

Una alternativa son fondos como BKLN, que invierten en instrumentos con tasas flotantes (préstamos de entidades financieras a empresas con baja calificación de crédito).
 

Sus intereses son reajustados periódicamente, y, en caso de incumplimiento, el acreedor goza de prioridad sobre otras obligaciones. Se reemplaza, de esta manera, el riesgo de tasa de interés por una mayor exposición al riesgo de crédito.
 

Y se puede echar mano a fondos como HYG, especializados en bonos con baja calificación de crédito; se caracterizan por su correlación negativa con los bonos tradicionales, y bastante estrecha con el mercado de acciones (originada, en gran parte, por una menor probabilidad de incumplimiento en medio de una economía en expansión).
 

Una tercera alternativa es seleccionar fondos especializados en bonos de países cuya situación económica así lo amerite.
 

ELD invierte en bonos gubernamentales de países emergentes en su moneda local, llamativo para quien esté dispuesto a asumir el riesgo de tasa de cambio. Se seleccionan mediante consideraciones de política monetaria, demográficas, de crecimiento, endeudamiento déficit fiscal e inflación, entre otras. El fondo EMB, por su parte, invierte en esos bonos, pero denominados en dólares. Los fondos de bonos en países emergentes obtuvieron un rendimiento promedio de 18 por ciento en el 2012.
 

Nada despreciable, y con muy pocas probabilidades de que sea repetible.
 

La renta fija de los países emergentes dejó de ser un producto exótico y especulativo; la antigua preocupación por su mayor riesgo político y de incumplimiento, resultó eclipsada por los bajísimos intereses en las economías avanzadas.
 

Y como suele tener vencimientos más cortos, se reduce la sensibilidad al aumento en las tasas (aunque con mayor volatilidad ante esos éxodos despavoridos por parte de los grandes capitales).
 

También es posible echar mano a ‘fondos flexibles’, según la clasificación de la firma Morningstar. BOND efectúa movimientos tácticos entre toda la gama de bonos, de acuerdo con el criterio de Gross y su comité de inversiones en Pimco. Y han comenzado a aparecer fondos como BSJI y BSCK, cuyos bonos se vencen en un mismo año.

Tomado de:portafolio.co