La política macro está en una incierta coyuntura. Los Estados Unidos parecen recuperarse. Mejores perspectivas de crecimiento y una tasa de desempleo inferior a 6% hacen pensar que la Reserva Federal va a recoger, más temprano que tarde, la inmensa liquidez que ha irrigado, lo que a su vez ha hecho que el dólar se cotice hoy a un nivel cercano a $2.050.

En Europa la situación de empleo y crecimiento se ve compleja y el Banco Central Europeo (BCE) anunció una expansión monetaria por la vía de la compra de títulos financieros. Pero todavía no se logran consensos sobre los títulos que se deberían adquirir y por cuánto tiempo. Mario Draghi, presidente del BCE, aún no puede con los residuos de la tecnocracia del Bundesbank alemán alrededor del cual se creó el BCE; allí no parece calar la decisión, a pesar de que hace más competitiva la economía alemana. Pero una mayor demanda agregada europea no será la que impulse el crecimiento mundial. Tampoco lo será Japón, a pesar de la agresividad de su Banco Central.

Los resultados de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) también son un desafío para las economías emergentes. Mención especial merece China que, a pesar de ser la economía más grande del mundo, ha crecido a tasas de 7%; antes lo hacía al 10% y al 11%. Este crecimiento mantuvo el precio de las materias primas. Por esa desaceleración, el precio del petróleo ha caído desde los U$S100 a niveles de US$85 el barril.

Todos estos fenómenos se pueden exacerbar en los próximos años y eso constituiría una tormenta perfecta para Colombia, pues se reduciría fuertemente la demanda mundial. Ya el FMI bajó el pronóstico del crecimiento de la economía mundial a 1,3% para 2015.

Los escenarios

Así, nuestro crecimiento podría estar amenazado. Y, como es bien sabido (aunque no es un adagio chino, sí es una lección de la China), mientras un país crezca casi todo se puede solucionar. Es más, el nivel de la deuda sobre el PIB, que alcanzó casi 60% al final de 2002, cayó mayoritariamente por la revaluación del peso y por el crecimiento del PIB, no por un ajuste estructural.

Ante ese escenario estamos mejor preparados que antes. El Banco de la República probó desde 2009 que es capaz de llevar a cabo una política monetaria contracíclica y, gracias a ello, se podrían reducir las tasas de interés, siempre y cuando la inflación se mantenga bajo control. Ese margen se reduciría por la devaluación del peso, ya que, en un escenario con movilidad de capitales, una disminución en las tasas de interés puede generar más devaluación. Esto es pertinente saberlo porque, en la medida en que el mercado compre este escenario, el peso debería devaluarse aún más, lo que a su vez nos ayudaría a cerrar el déficit ya preocupante de cuenta corriente y a hacer nuestras exportaciones más competitivas.

Política fiscal

La regla fiscal es buena idea para países tropicales como el nuestro. Sin embargo, es importante entender su estructura y su flexibilidad, so pena de “sacrificar un mundo para pulir un verso”. Un ‘verso’ considerado prudente por la tecnocracia, pero que no mira prospectivamente lo que ocurre en la economía mundial y las posibilidades que la liquidez existente aún ofrece.

Ya sabemos que la política monetaria puede ser contracíclica. Pero, ¿puede serlo la política fiscal?

Esto es más complejo de lo que parece. La política fiscal se determina bastante tiempo antes de su ejecución y, por lo tanto, el contexto en que operará es desconocido. En este caso, pareciese que dadas las limitaciones impuestas por la regla fiscal, y frente a la esperada desaceleración mundial, la política fiscal planteada para 2015 podría ser altamente procíclica y contribuir a ralentizar el crecimiento: se está reduciendo el déficit cuando lo adecuado sería aumentarlo temporalmente, dados los riesgos futuros.

La meta para 2015 es un saldo de la deuda del Sector Público No Financiero (SPNF) de 22,8%, lo que implicaría un balance primario de 1,3% del PIB. Para cumplir estas metas, el Gobierno está tratando de financiar su faltante de $12,5 billones del Presupuesto Nacional con impuestos, lo que puede golpear fuertemente al sector privado, que no solo tiene que soportar el cambio en las reglas de juego, sino que ya tiene un alto nivel impositivo. Pensar que el sector privado, en las condiciones actuales de incertidumbre, va a canalizar el ahorro para mantener el nivel de inversión, incluyendo la infraestructura, es por lo menos optimista.

Algunas medidas como declarar a Panamá “Paraíso Fiscal” para perseguir a los evasores, ayudarán a tapar este hueco, ya que se estima que podrá significarle al fisco entre 0,5 y 1% del PIB en recaudo adicional a largo plazo.

Pregunta clave

La pregunta clave es entonces si es prudente tener una política fiscal contractiva y procíclica en 2015, cuando hay tantas amenazas, y cuando estamos en un contexto razonable de deuda pública y de unas tasas mundiales aún muy bajas.

¿No sería mejor aprovechar las excelentes condiciones de los mercados para modificar la senda de la deuda en el Marco Fiscal de Mediano Plazo, aumentando el déficit en 1%, o sea $6 billones, y eliminando impuestos antitécnicos como el de patrimonio?

Dicha estrategia estimularía la demanda, aseguraría que la inversión privada no se reduzca y disminuiría las amenazas al crecimiento de la economía. Al fin y al cabo, la Ley 1473, en la que se establece la regla fiscal, da varias medidas para aumentar el déficit si es conveniente. Una de ellas, contenida en el artículo 11, dispone que el Consejo Superior de Política Fiscal (Confis), que maneja el Ministro de Hacienda, ¡puede cambiar las metas si lo considera conveniente!

En un caso como este, la teoría de finanzas funcionales (functional finance) desarrollada en los años 30 por el connotado keynesiano Abba Lerner y predicada luego por Max Corden, propone que el sector público debe expandir el gasto público de tal manera que contrarreste la caída en demanda agregada ocasionada por la caída de la demanda mundial. Para esto, la manera más efectiva y rápida es a través de la emisión de deuda pública a las actuales tasas que aún están extremadamente bajas para niveles históricos. Si la economía mundial sigue en problemas, esta es la manera operativa de cómo se llevaría a cabo una medida tendiente a procurar un aterrizaje suave. El problema es que no sabemos qué tan pronunciada puede ser la caída de la economía mundial, y la política fiscal adoptada hoy tiene un rezago bastante largo.

Por todos estos motivos, es importante que el gobierno nacional evalúe bien la estrategia fiscal adoptada que limita el déficit a la luz de la coyuntura mundial actual y de la que se viene. De lo contrarío, como argumenta Paul Krugman frecuentemente en el diario The New York Times, a propósito de la estrategia fiscal europea se puede caer en la negación misma de la macroeconomía, de sus avances y de las posibilidades que ofrece y convertirnos en simples contadores. Una política fiscal contracíclica es una de ellas.

Ya lo logramos con la política monetaria y podemos lograrlo de una manera creíble con la fiscal, siempre y cuando las reformas estructurales, como la pensional, no se pospongan, y que, como lo sugirió el sector privado, evaluemos el aumento de nuestro gasto público y tornemos su crecimiento razonable. Son este tipo de ajustes los que permitirán tomar medidas fiscales contracíclicas en momentos como los actuales.

Tomado de: https://www.dinero.com/edicion-impresa/pais/articulo/politica-fiscal-colombiana/202143