Contrario a este planteamiento, en las entrevistas de trabajo, una pregunta frecuente es: ¿cuál es el error más grande que ha cometido en su vida laborar, cómo logró superarlo y qué aprendió de ello? Esto significa que los seleccionadores de personal reconocen que detrás de cada fracaso, se produce una profunda reflexión, se da un proceso de superación y, sobre todo, se presenta una oportunidad única de aprendizaje.

 

Las lecciones aprendidas a partir de los errores cometidos, tanto propios como ajenos, son una guía estupenda para evitar tropezar con los mismos obstáculos en los que otros cayeron. En la dirección de personal, todos enfrentemos retos y dificultades similares y son muchos los errores que se cometen repetidamente y que podríamos evitar estudiando otras experiencias. A continuación se describen algunos errores comunes, que se cometen con excesiva frecuencia.

 

Mantenerse distante

 

Uno no tiene que ser ni debe ser el amigo íntimo del personal que tiene a su cargo, pero tampoco debe mantenerse excesivamente distante, ni debe establecer barreras infranqueables que impidan a sus colaboradores llegar a usted, en busca de orientación y retroalimentación. En su reciente conferencia en Bogotá, Pep Guardiola hizo énfasis en la importancia de descubrir el “botón” que despierta la pasión y el entusiasmo de cada jugador; esto no es posible lograrlo sin acercarse lo suficiente para conocer qué es lo que motiva a cada cual.

 

Perder la confianza del equipo

 

Un jefe debe cumplir los compromisos que adquiere con sus colaboradores, debe ser transparente y hablar siempre con la verdad, para que el equipo se sienta realmente respaldado y valorado en el trabajo que realiza. Tenga en cuenta que cuando se pierde la confianza, también se pierde el respeto y estos 2 valores son casi imposibles de recuperar, una vez se han resquebrajado.

 

Ignorar los conflictos

 

En todo equipo, por unido que sea, necesariamente se presentarán conflictos derivados de malentendidos, celos, diferencia de intereses y criterios. Cuando los conflictos no son abordados a tiempo, no solamente se crecen, sino que desvían la energía del grupo hacia objetivos negativos y puede llegarse a un punto en que todos toman partido y conforman bandos opuestos que buscan la manera de imponerse sobre los contrarios. Entre más pronto se afronte el problema y se encuentre una solución, menos nocivas serán las consecuencias para el equipo.

 

No tomar decisiones a tiempo

 

Por más talentoso que sea un equipo de trabajo y por más iniciativas interesantes que proponga, es al líder a quien le corresponde tomar las decisiones sobre lo que se va a hacer y lo que no. En este proceso, tan negativo resulta tomar decisiones apresuradas y emotivas, sin escuchar la opinión y sugerencias del equipo, como posponer indefinidamente determinaciones fundamentales para el avance de la compañía. Cada vez que el equipo enfrente una encrucijada, todos los ojos se volverán a usted, que es el líder, para saber cuál camino a tomar; si usted no decide, todo se paralizará.

 

Dejarse atrapar por la rutina

 

La misión del líder debe centrarse en la definición de la estrategia de la compañía en el mediano y logo plazos, para adelantarse a los movimientos de la competencia y a los cambios que se producen a diario, aprovechando para ello el talento de todos sus colaboradores. Pero si el líder se deja atrapar en el día a día, puede perder el rumbo y dejará de desempeñar su papel de guía, que es el más importante.

 

Tomado de: larepublica.co