Porque la sociedad ya aceptó que al sector financiero se le debe pagar un alto precio por su función; es más, cada vez ha sido más fuerte el vínculo con el que los ortodoxos asocian desarrollo económico con auge crediticio y bancarización.
Pero poco se destaca que los que vienen cargando con el mayor peso para sostener este oneroso sistema son los hogares. En cuanto al porcentaje del ingreso que destinan las familias para el pago de sus créditos o servicio de la deuda, Estados Unidos disminuyó su índice al nivel más bajo de los últimos 29 años.
Mientras en diciembre del 2012 fue 10,38 por ciento, según la Reserva Federal, el Banco de la República informó que los colombianos estamos asignando el doble para cumplir los compromisos bancarios.
Si bien el crédito es un motor de crecimiento macroeconómico, cuando el consumo de los hogares está basado en endeudamiento, el bienestar de la población nunca estará garantizado. La destinación de dinero para pagar el sobreprecio de los productos y servicios –los intereses– estrangula normalmente las posibilidades de ahorro e inversión, que, en últimas, sí son los verdaderos facilitadores de una prosperidad sostenible.
Referente a que en el país venimos financiando más bienes y servicios de consumo que propósitos de riqueza, como vivienda, fue muy grave lo que sucedió en el Gobierno Uribe.
Según cifras de la Superfinanciera, en el 2002, el 24,4 por ciento de los intereses pagados al sistema financiero correspondía a vivienda; en diciembre del 2010 su participación fue solo 8,7. Consumo y tarjetas de crédito aumentaron su contribución del 23,9 al asombroso 40,1 por ciento en el mismo periodo.
El problema con los préstamos siempre se origina cuando se accede reiteradamente a ellos para fines no productivos o no son dirigidos a generar riqueza o bienestar de mediano o largo plazo.
Preocupa que miles de familias desplacen su débil vocación al ahorro por un consumo desmedido, provocado, en parte, por la engañosa influencia publicitaria, la fuerte tendencia a la comparación entre individuos o a necesidades compulsivas de satisfacción personal. Esto, junto a la falta de planificación de ingresos y gastos, induce a endeudamientos innecesarios.
Un hogar está en serias dificultades, a veces de manera inconsciente, cuando viene financiando a través de tarjetas, préstamos rotativos, créditos extrabancarios u otras modalidades, sus necesidades básicas, llámense mercado, cuentas en restaurantes y bares, vacaciones, entretenimiento, vestuario, servicios públicos, transporte, gasolina, entre otros.
No estoy concluyendo que no se pueda financiar alguno de estos conceptos, la cuestión es la frecuencia de su uso, ya que la bola de nieve creada por la acumulación de los intereses agregados, tarde o temprano será desestabilizadora.
Tomado de:portafolio.co