La mala noticia económica de la semana es que el Banco de la República no logró cumplir con su meta de inflación, no porque fuera muy alta, sino porque fue demasiado baja. En efecto, según el Dane, en febrero, la variación anual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue de solo 1,83%, 40% por debajo de la meta de largo plazo del mismo Banco, que es una inflación del 3% anual.

Para una opinión pública que aún tiene los rezagos monetaristas de pensar que la inflación es siempre el peor de todos los males económicos, hay que explicar por qué es perjudicial tener una inflación tan baja, porque no estamos hablando de cuando la meta de inflación era del 20% o más, y lograr que fuera uno o dos puntos por debajo sí era todo un éxito.
 

En la euforia neoliberal de comienzos de los 90, se llegó al extremo absurdo de poner en la Ley 31 de 1992 la obligación del Emisor de tener siempre metas de inflación inferiores a las del año anterior, lo cual llevaría, sin remedio, a situaciones de deflación y recesión. Para fortuna del país, la Corte Constitucional, en la Sentencia C-481 de 1999, declaró inexequible este esperpento.
 

Tener un crecimiento del IPC inferior al 2% en un año es síntoma peligroso de un frenazo de la economía que se puede dar por tres causas: primera, la caída de la demanda interna, es decir, porque los hogares y las empresas están comprando menos; segunda, por desviación de las compras domésticas hacia productos importados, y tercera, menores ventas al exterior. En la situación actual se están dando los tres fenómenos.
 

Es evidente la desaceleración de la demanda interna y externa. En el 2011, las compras de los hogares y el Gobierno, y la inversión de las empresas crecieron 8,8%, mientras que las exportaciones lo hicieron a un ritmo del 11%. Para el 2012, ambas frenaron su crecimiento al 5%, que aún sería aceptable.
 

El problema es que, estimuladas por un dólar muy barato, las importaciones siguieron creciendo mucho más (cerca del 10%), con lo que capturaron gran parte de las compras internas y frenaron el crecimiento del PIB a menos del 4%, con un efecto negativo en la creación de empleo, que mostró un deterioro importante, al ser prácticamente nula en los últimos meses del 2012. Según Fedesarollo, la pérdida de dinamismo del empleo se explica por la caída en el número de ocupados en los sectores sujetos a la competencia internacional: agropecuario e industria manufacturera.
 

Esta evolución de la economía se refleja en los componentes del IPC y explican la baja en la inflación. Los precios de los bienes que no están expuestos a la competencia exterior (no transables) subieron 4%, mientras que los transables lo hicieron 0,7%. Lo mismo sucede en el Índice de Precios al Productor (IPP): el precio de los bienes consumidos y producidos en el país subió 4,8%, y de los importados cayó 2,1%.
 

El Banco Central no se ha quedado quieto ante este frenazo y ha venido bajando sus tasas de interés y seguramente lo volverá a hacer en la junta de este mes. Es bueno, pero no suficiente, porque esa baja en tasas se demora mucho en transmitirse a la economía. Los malos resultados en la inflación se deben, en parte, a la revaluación del peso, y el Banco debe, y puede, ser más agresivo y contundente para evitarla.

Tomado de:portafolio.co