(lasillavacia.com)  Mientras 4 de cada 10 diez ocupados son mujeres, solo 3 de cada 10 pesos producidos en la economía llegan a ellas. Mientras en el 8 de marzo luchaban por jornadas de 8 horas diarias de trabajo, en Colombia trabajan 13. Mientras los países serios avanzan hacia sistemas tributarios progresivos, el recaudo por productos femeninos asciende a más de 100 mil millones de pesos al año.

La política económica de Santos no promueve la seguridad económica para sus ciudadanos y ciudadanas. Es por esto que el país compite por el pódium de la peor desigualdad, la más alta pobreza y el peor desempleo de la región. En este vergonzoso marco, la tragedia económica de las mujeres se agudiza porque las medidas de ajuste a la crisis del santismo son peores que la enfermedad. Austeridad en el gasto, bajos salarios e impuestos indirectos son la solución que el gobierno le propone al país. Veamos cómo afectan a las mujeres.

Aunque las mujeres somos el 51% de la población y de la población en edad de trabajar, tan solo son mujeres el 42% de quienes se consideran “ocupados”, es decir, las personas que en teoría gozan de un empleo. En el mercado laboral colombiano hay doce millones de hombres y ocho millones de mujeres. Somos más pero ocupamos menos empleos. ¿Por qué?

La respuesta está en el trabajo no remunerado realizado en el hogar, equivalente a una quinta parte del PIB, según el DANE, ¡más de tres veces de la riqueza que genera la minería! Las mujeres cargamos con esta economía paralela a la de mercado, necesaria para la reproducción de las generaciones actuales y futuras. En datos: hay cinco millones de mujeres “amas de casa” y nueve de cada diez mujeres realiza trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, al que destinan más de 7 horas en promedio al día. Entre las desempleadas y las mal llamadas “inactivas” suman 6,2 millones de mujeres que podrían ingresar al mercado laboral, pero que hoy no tienen ingresos propios, aunque realicen este tipo de trabajos sin recibir ninguna remuneración.

Y las mujeres que logran superar los obstáculos y conseguir un empleo se enfrentan a grandes desigualdades. No solo porque sus salarios son inferiores a los de los hombres en un 20,4%, según las cifras oficiales, sino también porque se concentran en posiciones dentro del mercado laboral poco favorables como el cuentapropismo y el servicio doméstico o como trabajadoras familiares sin remuneración. Además, en sectores de la economía que promueven empleos precarios: el 66% de las ocupadas se ubica en el comercio, hoteles, restaurante, servicios comunales, sociales y personales. Colombia tiene una de las tasas de informalidad en el empleo femenino más altas del continente (60%).

Sin la acción estatal no hay posibilidad de cambiar esta situación. Su papel es determinante en el cierre de las brechas sociales y de género. Sin embargo, Santos y los anteriores gobiernos se han dedicado a ampliar estas brechas. La austeridad “inteligente” del Ministerio de Hacienda le quitó 11 billones al gasto social en los últimos tres años, descargando aún más el trabajo de cuidado en las mujeres. Si los Estados no invierten en guarderías, escuelas públicas y sistemas de salud fuertes, les trasladan la prestación de esos servicios a las mujeres a través de trabajo no pago, empeorando una realidad en la que las colombianas trabajan en promedio 13 horas diarias, si se suman el trabajo remunerado y no remunerado.

Y la cereza que le faltaba al pastel: ¡los impuestos sexistas! No hay justificación teórica ni técnica para pagar más impuestos por ser mujer. El inicuo cobro del IVA a los artículos necesarios para la protección de la menstruación –toallas higiénicas y tampones– es un impuesto a una condición biológica de las mujeres, es decir, un gravamen que se les aplica exclusivamente a las colombianas. En la reforma tributaria, el gobierno cometió el descaro de rechazar la propuesta de eximir del IVA estos artículos, y, de manera demagógica, fijó la tarifa en 5%, insistiendo en un absurdo que agrava la desigualdad entre hombres y mujeres.

Mientras cuatro de cada diez ocupados en Colombia son mujeres, solo 3 de cada 10 pesos producidos en la economía llegan a las colombianas. Mientras las inspiradoras del 8 de marzo luchaban por jornadas de 8 horas diarias de trabajo, en Colombia las mujeres trabajan 13 horas. Mientras los países serios avanzan hacia sistemas tributarios progresivos, en Colombia más de la mitad del recaudo proviene de impuestos indirectos como el IVA, y el recaudo por productos femeninos asciende a más de 100 mil millones de pesos al año.

La igualdad salarial, la redistribución del trabajo doméstico y de cuidado y la implementación de una política fiscal que propenda a superar la desigualdad social y económica pasan por cambiar a quienes hoy nos presentan como “sabias recetas” fórmulas del pasado que nos quieren seguir hundiendo en el atraso. Como dice Calle 13, “Si quieres cambio verdadero… pues camina distinto”. Hay que cambiar a quienes llevan décadas arruinando al país y acentuando la desigualdad de género.